En Lampadia siempre hemos criticado las marchas y contramarchas del gobierno con respecto a la idea de resucitar el estado empresario que terminaría con el proceso virtuoso que nos ha permitido reducir la pobreza y la desigualdad. Igualmente, hemos criticado la voluntad gratuita del oficialismo de confrontar con las fuerzas de oposición. También hemos celebrado el diálogo entre el gobierno y los partidos demandando que éste aterrice en temas concretos a favor de la inversión privada y de destrabar decenas de proyectos. Hoy nos toca invocar a la oposición que asuma su responsabilidad. Así como no hay democracia sin un buen gobierno tampoco la habrá sin una buena oposición.
Las dudas del gobierno con respecto al proyecto Conga son conocidas por todos. Pero se observa alguna voluntad de rectificación, pero, en todo caso, es deber de la oposición y de los peruanos de buena voluntad, ayudar a superar esas vacilaciones. El Presidente Humala, durante la clausura de Perumin 2013, ratificó la voluntad del régimen de sacar adelante Conga. Sin embargo, en Nueva York, sostuvo que la ejecución de dicho proyecto dependía de la empresa. Ni corto ni perezoso, Alan García escribió en su cuenta de twitter: “¿Conga va, Conga no va? ¿Depende de la empresa? ¿Depende del Estado? ¿Total? Cantinflas sería más claro”. ¡Así no se ayuda a nadie! Ni al país ni al gobierno, muy mal señor García.
Sacar adelante Conga es un objetivo emblemático para afirmar la inversión privada y derrotar a los proyectos antimineros, estatistas y de corte bolivariano. Si sale Conga, se puede decir, salen todos los proyectos detenidos: Tía María, Cañariaco y otros. La empresa Newmont acaba de sostener que Conga depende de la evaluación que harán el 2015. ¿Qué hace la oposición para que en Cajamarca triunfe una opción regional que fomente la inversión privada? Todo parece indicar que muy poco. Por ejemplo, el fujimorismo, que tiene importante arraigo popular en la región, está dividido y semejante división pone en peligro cualquier opción democrática.
Durante una última entrevista con CNN, el presidente Humala tuvo opiniones que todos deberíamos celebrar, sobre todo, las vinculadas a la defensa de la Alianza del Pacífico. Se le preguntó por las críticas de los mandatarios del Alba con respecto al libre comercio y el jefe de Estado respondió que “lo que estamos haciendo en América Latina es integrarnos respetando la diversidad y entendiendo que la Alianza del Pacífico no es un bloque político, es un bloque económico que lo que está haciendo es fortalecer las fuerzas productivas que se han venido desarrollando en los últimos años y que hoy día requieren del acompañamiento del Estado para poder alcanzar o llegar a otros mercados en el mundo”. Toda una declaración de principios que permitirá recuperar la confianza de los inversionistas, pero que la oposición ignora.
Algo más. Humala habló de la posibilidad de que el Perú le venda gas a Chile y luego precisó que cualquier negocio con el país sureño debería considerar el abastecimiento del mercado interno, valor agregado y precios. Sin embargo el ex presidente García puso el siguiente twitter: “Cómo cambian los tiempos. Ahora Humala acepta vender gas a Chile y acepta las cuerdas separadas”.
Pareciera que a la oposición no le interesara la evolución positiva de las opiniones presidenciales en temas tan decisivos como el nacionalismo y la Alianza del Pacífico. Pareciera que todos olvidamos que tenemos el derecho y el deber de cambiar. El propio García es un ejemplo paradigmático de las transformaciones positivas. En los ochenta era el líder latinoamericano de los proyectos estatistas, pero hoy es un líder moderno. Así, pues, son las cosas.
Para que el Perú despegue definitivamente superando la pobreza y la desigualdad, necesitamos que el gobierno sea fiscalizado por la oposición, pero también requerimos la colaboración de una leal oposición al mejor estilo de la tradición política británica. A diferencia de las guerras, en las democracias, las diferencias no pretenden liquidar a los rivales.