Por: Yesenia Álvarez
Perú21, 13 de agosto de 2021
Unos días antes de ser proclamado, el presidente Castillo dijo que “la actual Constitución lo tiene atado”. Esto que él señala como problema es precisamente la finalidad de tener una Constitución: limitar el poder de los gobiernos y garantizar las libertades de los ciudadanos. Evidentemente, para un gobernante con talante autoritario, una Constitución que cumple su verdadero fin en un Estado Constitucional de Derecho representa más bien una atadura.
Los actuales cauces constitucionales son un obstáculo al sueño “refundacional” del presidente y por eso quiere una nueva Constitución a su medida. Para ello, además de confrontar al Parlamento, necesita convencer al pueblo y a las organizaciones de base sobre la necesidad de su Asamblea Constituyente. Tarea a la que se ha sumado el expresidente de Bolivia Evo Morales, quien, en su reciente visita al país, ha sintonizado con la narrativa de Castillo y ha dicho que en su experiencia “la mejor forma de cambiar la parte política es la Asamblea Constituyente”.
Un analista decía en televisión que Morales tiene derecho a venir y relativizaba su visita. Es obvio que goza de ese derecho, pero los peruanos no podemos subestimar lo que ello significa. Que durante el gobierno de alguien con talante autoritario y con sueños “refundacionales” como el presidente Castillo se invite a hacer labor de bases a un autócrata que ha probado la receta de cómo establecer una nueva Constitución, y cómo reinterpretarla para reelegirse y mantenerse en el poder por casi 14 años, no es un asunto menor.
Morales generó una debacle institucional en Bolivia, debilitó la independencia judicial, usó la justicia como arma de persecución política, desconoció la voluntad popular de un referéndum, y socavó una de las esencias de la democracia: la alternancia en el poder. Estoy segura de que no queremos eso para el Perú y si hay una lección que se puede aprender de un autócrata es la que nos enseña a no repetir su receta.