Por: Yesenia Álvarez
Perú21, 16 de Diciembre del 2022
“Todos estos levantamientos y bloqueos violentos encajan con lo que Castillo nos reveló desde el inicio, que siempre buscó el caos y la destrucción del Estado de derecho”
Esta semana a los peruanos nos toca luchar no solo contra la asonada de violentistas organizados con todo lo que Pedro Castillo construyó en estos 17 meses sino también contra el discurso. Sí, el discurso de la izquierda y aliados que han sabido hábilmente tergiversar la historia y difundir en el país y en exterior que el golpe que todos presenciamos el 7 de diciembre no fue un golpe de Estado y que la vacancia de Castillo sería consecuencia de que es “un presidente víctima de racismo, clasismo y de una oposición golpista”.
El mismo discurso que tuerce la realidad se esfuerza en que creamos que la violencia de estos días es una protesta pacífica. En ninguna sociedad democrática se considera protesta pacífica poner en riesgo y vulnerar la seguridad, la integridad y la vida de sus conciudadanos. Ni tomar aeropuertos, carreteras, comisarías, ni atacar policías, instituciones judiciales, ambulancias, herramientas de trabajo, negocios y medios de comunicación. Los ciudadanos tenemos derecho a protestar, pero este derecho no comprende la violencia.
Todos estos levantamientos y bloqueos violentos encajan con lo que Castillo nos reveló desde el inicio, que siempre buscó el caos y la destrucción del Estado de derecho. Él es el responsable de todo esto, y su proyecto político siempre dio señales de buscar este objetivo. Échenle una mirada a sus discursos de campaña y de gobierno, al plan escrito de Perú Libre con el que postuló, a sus declaraciones después de su detención, y verán que es el maestro pero del caos.
No hay una salida fácil para esto, va a depender mucho de nuestras fuerzas e instituciones democráticas. No es nada alentador que la restitución del orden esté en manos de Boluarte. Ha sido lenta en la respuesta, y ha cambiado de discurso en una semana. Primero dijo que planeaba quedarse hasta el 2026, luego que propondría adelantar elecciones para el 2024, y ayer al pedir que más bien sean en el 2023 se parece más a Castillo, a Cerrón, y a Verónica Mendoza porque su discurso sintoniza con el plan de crear caos y con esa izquierda carroñera que ante cada crisis solo saben decir Asamblea Constituyente y nueva Constitución. Nada bueno puede salir de pedir elecciones apresuradas para el 2023. Ojalá podamos contra ese discurso del caos, y que nuestra democracia pueda resistir con el predominio de la paz y del Estado de derecho.