Por: Waldo Mendoza
Gestión, 2 de agosto de 2018
El discurso del Presidente Vizcarra ha entusiasmado a la población casi como la clasificación del Perú al Mundial de Fútbol. Este fin de semana las encuestas deben ubicar al presidente en el pico de su popularidad. Yo no entiendo el porqué de este entusiasmo colectivo.
El discurso estuvo bueno, hay que reconocer. Pero nada trascendental sucederá en el campo de la economía y la política en el futuro mediato. Me explico.
Lo menos logrado del discurso presidencial estuvo en el campo de la economía. En primer lugar, refiriéndose a las cifras que muestran una recuperación importante del PBI, el empleo y la recaudación, el presidente afirmó: “Las circunstancias en que asumimos el Gobierno son para todos conocidas: encontramos una economía frenada y una polarización política que generó un ambiente de incertidumbre que se vio reflejado en la disminución del crecimiento y de las inversiones (…). Frente a ello, este Gobierno ha implementado una serie de acciones orientadas a reencauzar al país (…) A la luz de las últimas cifras, los resultados empiezan a notarse y nos permiten señalar que nuestra economía ha iniciado un positivo proceso de consolidación de su ritmo de crecimiento”. Esta afirmación, claramente, es inexacta. Uno, es imposible que políticas tomadas a partir del 23 de marzo, fecha de juramentación del presidente Vizcarra, tengan efectos casi al mes siguiente. Dos, la recuperación del PBI, el empleo y la recaudación experimentada en el primer semestre de este año es un fenómeno generalizado en los países exportadores de materias primas y se debe esencialmente a la elevación sostenida del precio de las exportaciones. La regularización del Impuesto a la Renta de abril de este año, por ejemplo, de S/ 3,400 millones, la más alta de la historia del Perú, no se debe a la Sunat ni al MEF, sino al excelente precio de los minerales. Las importantes noticias sobre grandes inversiones en la minería tienen que ver también con estos buenos precios. Tres, este excelente contexto externo caracterizado por precios internacionales en alza, puede interrumpirse en cualquier momento. Ese momento se aproxima conforme más agudiza Trump la guerra comercial con las principales economías del mundo.
En segundo lugar, el presidente ha afirmado que la competitividad es un elemento clave para el progreso y el desarrollo del país, y ha sugerido leer y proponer aportes al prepublicado Plan Nacional de Competitividad y Productividad (https:// www.mef.gob.pe/contenidos/archivos-descarga/competitividad_ productividad.pdf). Les sugiero leerlo. Me recuerda al diagnóstico que sustentaba la política de formalización laboral del expresidente Kuczynski. Mi resumen de este documento: para impulsar la competitividad y la productividad de nuestra economía debemos convertirnos en un país desarrollado. No exagero. Este Plan considera que los ocho ejes para “lograr un país más competitivo, productivo y formalizado” son Infraestructura, Educación, Mercado Laboral, Instituciones, Entorno de Negocios, Comercio Exterior y Logística, Finanzas e Innovación. Si pudiésemos hacer todo lo que propone este documento, la OCDE debería aceptarnos de inmediato, y habría que aspirar al G7. Es un típico documento de políticas transversales, con muchos fines y casi ningún medio, que no sirve como herramienta para la acción. Y es una ofensa a Tinbergen.
Para no ser solo aguafiestas, propongo estudiar mejor las políticas sectoriales como vía alternativa para alcanzar los objetivos de este Plan. Miren lo que ha pasado con la minería desde principios de los noventa y con la agroexportación en este siglo. Son ejemplos extraordinarios de políticas sectoriales exitosas que se pueden replicar (https://gestion.pe/ opinion/waldo-mendoza-hora-politicas-sectoriales-238336).
El corazón del discurso, sin embargo, no estuvo en el campo de la economía sino en la propuesta de reformas constitucionales a través del referéndum.
La Reforma Constitucional del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) que busca eliminar el sistema de representación en la elección de los consejeros, reemplazándolo por un concurso público de méritos, es la mejor propuesta del discurso. Aun considerando que nada más cambie en el sistema de administración de justicia, y creo que así va a ser, esta es una mejora de importancia.
Las otras dos reformas me parece que son estériles o negativas. Lo del financiamiento privado de los partidos políticos y las campañas electorales suena menos trascendental, pues los pillos ya deben tener 100 alternativas para escabullirse de esta pequeña regulación.
La reinstauración de la bicameralidad me parece una propuesta estéril. Es casi como asignarle un syllabus de Harvard a un profesor de una universidad peruana que no puede ni licenciarse. Es un papel. No pasa nada. Pasará lo mismo con la bicameralidad. La teníamos a fines de los ochenta, y miren cómo terminamos: hiperinflación, gran depresión, terrorismo y corrupción al por mayor. ¿Qué problema económico o institucional importante puede resolverlo la bicameralidad y no puede resolverse con una sola cámara? Exijo un ejemplo.
Por otro lado, lo de la prohibición de reelección de congresistas es una propuesta sin duda dañina. Es cierto que en el corto plazo a la población le parecerá apropiado zafarse de los congresistas actuales, muchos de ellos impresentables. Pero, fíjense que los más presentables del Congreso actual son los reelegidos. Los grandes escándalos han provenido, básicamente, de los nuevos. En consecuencia, en términos de probabilidades, si esta propuesta prospera, seguro que el siguiente Congreso será peor que este. ¿Ustedes creían que no se podía tener uno peor?
En resumen, en el campo de la economía, no hay novedades en el frente. Seguiremos avanzando en la medida en que al mundo le vaya bien. Y en el campo de la política y las instituciones, lo del CNM está perfecto y las otras reformas ojalá no pasen. Algunos creen que ya estamos caminando a la república que se merecen los ciudadanos de Alberto Vergara. La verdad es que no tenemos ni siquiera ciudadanos.