Uno de los grandes legados de la crisis internacional iniciada en el 2007 es Olivier Blanchard, actual economista jefe del Fondo Monetario Internacional. En él se combinan la calidad académica de alto nivel y, sobre todo, la ausencia de dogmatismo en sus planteamientos. Las opiniones no dogmáticas urgen en nuestra actual coyuntura.
En el terreno de la teoría y la política macroeconómica, Blanchard es probablemente uno de los pocos macroeconomistas que cumplen cabalmente la recomendación que Joan Robinson –célebre economista inglesa perteneciente al círculo cercano de J.M. Keynes– nos diera hace más de medio siglo. La profesora Robinson decía que las teorías económicas constituyen nuestra caja de herramientas, y nunca deben ser completamente desechadas. Desecharlas sería síntoma de dogmatismo; esto es, la presunción de creer que nuestra teoría es una verdad inconclusa.
En el caso de la macroeconomía, cada modelo macroeconómico tiene una utilidad específica y es tonto prescindir de alguno de ellos. Si queremos estudiar depresiones, habrá que acudir a Keynes. Si el problema es la inflación, Milton Friedman debe ser el indicado. Si la inflación viene junto con una recesión, posiblemente Friedman, Phelps y Lucas sean los elegidos. Y si el tema es el crecimiento econó-mico, habrá que empezar con Robert Solow. ¿Por qué dejar de contar con los instrumentos apropiados para estudiar las circunstancias específicas?
En su libro de texto de macroeconomía, por ejemplo, Blanchard muestra la virtud de tener una caja de herramientas amplia. En su texto tienen cabida todos los que han empujado la frontera de conocimientos en la macroeconomía: Keynes, Hicks, Friedman, Tobin, Solow, Lucas, Kydland, Krugman, Sargent. Y en el diseño de la política macroeconómica mundial, desde la institución donde él es prácticamente el jefe (el puesto de director gerente es un puesto más de política de relaciones internacionales) apela también a una caja de herramientas amplia. En el contexto actual, de recesión en la mayor parte de economías desarrolladas, acude a su caja de herramientas
y elige el instrumental keynesiano, que parece el apropiado para estas circunstancias, pero con un análisis intertemporal, y advirtiendo acerca de los efectos que estas decisiones pueden tener en las expectativas de las familias y las empresas, utilizando a Lucas como herramienta.
Blanchard es ajeno, a mi juicio, del dogmatismo de otros grandes de la macroeconomía como Robert Lucas (premio Nobel 1995) o Paul Krugman (premio Nobel 2008). Lucas, por ejemplo, desechó de su caja de herramientas los modelos keynesianos. Sobre Keynes dijo: “Creo que la influencia actual de Keynes como economista, a nivel técnico, está cercana a cero, y ha estado cercana a cero desde hace cincuenta años. Keynes no era un buen economista técnicamente”.
En la misma línea, Krugman eliminó de su caja de herramientas a Lucas y sus seguidores: “La mayor parte de la macroeconomía de los últimos 30 años ha sido espectacularmente inútil, en el mejor de los casos, y ciertamente perjudicial, en el peor de los casos”.
En los términos de Joan Robinson, Lucas y Krugman son dogmáticos. Para el mundo, son más útiles personajes como Blanchard.
En la venta de Repsol, el presidente Humala debiera preguntar al “Blanchard peruano” experto en esos temas, y no a los dogmáticos de derecha e izquierda que abundan.
Tomado de El Comercio, 2 de mayo, 2013