Waldo Mendoza Bellido, Profesor del Departamento de Economía de la PUCP
Gestión, 25 de julio de 2019
Al Perú le ha ido bien en este siglo. El crecimiento económico ha sido el más alto en América Latina, y la inflación, la más baja. ¿Este desempeño sobresaliente puede cambiar? ¿En qué momento puede joderse el Perú?
Hace 50 años, en uno de los libros más logrados de la literatura mundial, “Conversación en la Catedral” (CC), de Mario Vargas Llosa, Santiago Zavala (Zavalita), se preguntó: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”. Estaban frescas las secuelas de la dictadura de Odría (1948-1956).
Dado que no estamos tan mal como en aquellos años, podemos voltear la pregunta de Zavalita, sobre el pasado, a una pregunta sobre el futuro: ¿en qué momento puede joderse el Perú? Mejor: ¿en qué momento puede joderse la economía peruana?
Mi definición de joderse no es la de Zavalita, quien no se refería a la situación económica que Odría dejó, que fue muy buena. Yo hablo de joderse en términos macroeconómicos, como en el primer gobierno de García, cuando el PBI cayó en 25% entre 1987 y 1990, y la inflación alcanzó el 60% mensual. En estos términos, ¿puede volver a joderse la economía del Perú?
No parece que la política, a secas, pueda ser la causante de que el Perú se joda. Ni la bulla procedente del Congreso, ni el hecho de que todos los presidentes pos-Paniagua estén o puedan ir a la cárcel ni la amenaza de que el Congreso pueda ser cerrado parecen importar a la economía. Este hecho puede deberse a que nuestro desempeño económico depende de las condiciones internacionales, las políticas macroeconómicas y el modelo de desarrollo, variables que han mostrado ser independientes de la política.
Las condiciones internacionales son exógenas y explican más de la mitad de lo que pasa con el crecimiento de nuestro PBI. La política puede ser un desastre, pero si al mundo le va bien, a nuestra economía también.
La política macroeconómica, por otro lado, depende del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP). Estas instituciones, en esencia, abstraen la política. El BCRP baja o sube la tasa de interés interbancaria ignorando la política. El MEF hace casi lo mismo desde inicios de siglo, al margen de qué partido o qué presidente gobierne el Perú, con déficits fiscales moderados y reduciendo la deuda pública como porcentaje del PBI a un nivel de los más bajos en América Latina.
El modelo de desarrollo, por otro lado, es el heredado de Fujimori, quien reemplazó el modelo estatal de Velasco Alvarado, por uno con menos Estado, más abierto a la economía internacional y más amigable con la inversión privada. No se lo ha tocado.
Estas políticas macroeconómicas y el modelo de desarrollo vigente, y un contexto internacional en general bueno, explican nuestra performance sobresaliente en este siglo.
¿Cuándo puede la política afectar significativamente a la economía? Dado lo descrito, me parece que en el momento en que altere notoriamente la política macroeconómica o el modelo de desarrollo.
Si se cumple lo que sostiene Juan Carlos Tafur en La República (21.07.2019), eso puede pasar en el 2021. El argumento, más o menos, es el siguiente. Uno, con todos los presidentes posteriores a Paniagua en la cárcel o a punto de estarlo, los candidatos que se le parecen están quemados. Dos, el fujimorismo, que pudo haber capitalizado el hecho anterior, a punta de torpeza, también se ha incendiado. Tres, los candidatos de la izquierda “caviar” han sido también sepultados por Susana Villarán. Estos tres grupos, en lo esencial, simpatizan con la política macroeconómica y el modelo de desarrollo actual.
Pero, como proyecta Tafur, ninguno de estos grupos va a ganar las elecciones del 2021, pues, “de mantenerse las cosas como están, el gran destino del voto molesto será la izquierda”, y la izquierda radical “satisface el deseo popular de patear el tablero y empezar todo de nuevo”. Este grupo sí sepultaría lo que hace hoy el BCRP o el MEF, y al modelo de desarrollo “neoliberal”. Mi hipótesis es que en ese momento sí se jodería el Perú.
¿Se puede hacer algo para no jodernos? Básicamente, demostrar a los electores que el esquema económico actual funciona, pues es capaz de ofrecer un fuerte crecimiento de la producción y el empleo.
Para ese objetivo, primero, en lo inmediato, el MEF y el BCRP deben empujar la inversión pública y abaratar el crédito si no quieren que la economía se paralice.
Segundo, el presidente Vizcarra debe dejar un legado en el campo de la economía. Ese legado puede ser el de un nuevo motor de crecimiento, preparado para despegar, y que permita elevar nuestra tasa de crecimiento de largo plazo. En ese sentido, no se entiende la insistencia con el “Plan Nacional de Competitividad y Productividad”, cuyo borrador ha sido reseñado en El Comercio (21.07.2019). No existen planes de este tipo, transversales, donde los problemas se atacan por todos los frentes y no se prioriza ninguno, que hayan funcionado en la experiencia mundial. Para qué experimentar.