La clase media se incrementa significativamente en el Perú, según informan el Banco Mundial y el Ministerio de Economía y, de súbito, los más pobres y los más ricos empiezan a ser los menos entre la diversidad y pluralidad de una nueva mesocracia peruana. ¿Cuán importante es la noticia? Quizá se trate de una de las mejores de nuestra historia, porque el incremento y el vigor de la clase media son el cemento, el rostro y el color del crecimiento económico.
Algunos le restan importancia al asunto diciendo que ya tuvimos una clase media. Se equivocan. La mesocracia del siglo pasado nació alimentándose de la teta estatal y se reducía a Lima y ciertas ciudades de la costa, mientras la inmensa masa andina era excluida de la economía y la política. De allí que la democracia y la libertad no prosperaron. Hoy la clase media emerge del libre comercio popular y tiene los rostros del mestizaje que produjeron las migraciones de las últimas décadas. Por ello, el futuro de la libertad se presente promisorio.
Marx nunca problematizó el papel de las clases medias y allí reside uno de sus equívocos monumentales. Sin embargo, la predicción marxiana siempre fue un cuchillo sobre la garganta de la democracia: el desarrollo del capitalismo, inevitablemente, profundizará las diferencias entre ricos y pobres. No obstante, luego de la crisis de los años treinta y, con más fuerza después de la Segunda Guerra Mundial, la clase media se ensanchó como una mancha incontenible en las sociedades de mercado de Occidente. No hubo entonces brechas sociales que se agrandaban.
El vaticinio del barbado alemán era triturado por los hechos. Pero, luego de la caída del Muro del Berlín, la perpetua soberbia de los ganadores llevó a los regímenes occidentales a gastar más de lo que tenían y, de pronto, Europa y sus clases medias empezaron a derrumbarse. La erosión de la mesocracia europea ha motivado a varios filósofos contemporáneos a preguntarse sobre el futuro de la democracia en el continente donde brotaron las libertades políticas y económicas.
Recordando Marx vale mencionar que, cada metarrelato universal, tiene “una clase dirigente” a quien encargarle la conducción social. El marxismo propuso a la “clase obrera” y los bolchevismos impusieron los partidos únicos. Las teorías potencialmente fascistas encumbraron a la “nación” y surgió el partido nazi. Los proyectos teocráticos hablan de los intérpretes de textos sagrados y los mullás y ulemas se apoderan de las sociedades islámicas.
Como en la democracia lo relativo es el principio que organiza todo no se puede hablar de una “clase dirigente”, pero quizá de las columnas que sostienen la libertad. Y una de esas columnas es la clase media. De ese vasto sector social surgen las élites intelectuales y los partidos que nutren las relaciones entre la democracia y el libre comercio.
El crecimiento de la clase media peruana entonces es una noticia formidable que todos los demócratas deben celebrar. Sin embargo debemos aprender de la soberbia de Occidente. La historia no se desarrolla en línea recta ascendente sino en círculos y en zigzags. Se puede avanzar o retroceder varios siglos atrás. Para evitar los azares de la historia debemos persistir en el modelo económico y profundizar las reformas económicas y políticas.