Por Víctor Gobitz
(El Comercio, 08 de octubre de 2015)
La visión que se debería tener sobre la minería en el Perú es la de una actividad económica que genera desarrollo en su entorno, comunidades vecinas, trabajadores, accionistas y en el país en general. La minería debe analizarse con una visión de largo plazo, pues los proyectos mineros y su posterior operación demandan décadas de emprendimiento.
Así, la minería debe integrar el plan de desarrollo del Perú. Nuestro país cuenta con varias ventajas respecto a otros países mineros: yacimientos minerales de calidad mundial, trabajadores con conocimiento del oficio, proveedores y contratistas con capacidad de brindar servicios especializados y una adecuada red de suministro de energía.
El desafío principal que enfrenta el sector, sin embargo, es lograr que todos los peruanos internalicemos que la minería es una actividad económica formal con ventajas comparativas y que tiene el potencial para contribuir al desarrollo nacional. Para ello, hace falta resolver ciertos obstáculos a fin de desarrollar su potencial: la baja predictibilidad en los acuerdos de acceso a terrenos superficiales (mayormente propiedad de comunidades campesinas), las regulaciones existentes y la burocracia ante diversas agencias gubernamentales.
En el proceso mismo de adquisición o alquiler de terrenos superficiales pertenecientes a comunidades campesinas, la principal incertidumbre está en los plazos y costos de la negociación. Para reducir la incertidumbre e incrementar la predictibilidad, debería desarrollarse una base de datos que contenga información de las transacciones realizadas, de manera que su libre acceso permita que todos los interesados modulen sus expectativas. En consecuencia, los montos pagados por terrenos superficiales se convertirían en el capital semilla para la formación de empresas comunales.
La promoción de las empresas comunales cuenta con incentivos tributarios para brindar servicios diversos y contribuye a insertar al poblador local en una dinámica laboral en una actividad económica a largo plazo. También incentiva a que las comunidades campesinas cuenten con una gobernanza más madura, que impida el surgimiento de comuneros golondrinos, y permite mostrar cómo la actividad minera contribuye a su bienestar.
En cuanto a los trámites y regulaciones administrativas, la propuesta no es relajar los requisitos técnicos, sino integrar los trámites en una ventanilla única. “Agilizar sin relajar” debe convertirse en el punto de encuentro entre funcionarios del Estado y empresas mineras, trabajando juntos para darle predictibilidad al desenvolvimiento de la industria.
Hay que concordar con que la minería es uno de los ejes más importantes de nuestro desarrollo y reconocer que con la tecnología actual es perfectamente factible desarrollarla en armonía con el entorno. Posteriormente, hace falta solucionar los dos obstáculos que aún nos acompañan: negociación de tierras y los excesivos trámites y regulaciones administrativas.
Si los mineros, asumiendo que debemos seguir innovando y mejorando la gestión, trabajamos de modo articulado con el Estado y la ciudadanía, podremos convertir nuestras ventajas comparativas en una ventaja competitiva y consolidar así a nuestra industria minera como uno de los pilares más importantes del desarrollo en nuestro país.