Urpi Torrado
El Comercio, 6 de febrero del 2025
“Las noticias falsas se han convertido en una de las amenazas más persistentes para la democracia”.
En abril, la presidenta debe convocar elecciones generales, lo que convierte al 2025 en un año preelectoral. En este contexto, la información y los datos juegan un rol clave, ya que los períodos electorales son terreno fértil para la propagación de noticias falsas que buscan influir en la opinión pública y manipular las decisiones de los votantes. Estos desafíos impactan directamente en la percepción pública, distorsionando la imagen de los candidatos, influenciando la agenda mediática y erosionando la confianza en el proceso electoral. La falta de veracidad en el debate público puede generar apatía, desconfianza y, en última instancia, afectar la participación ciudadana.
Las noticias falsas forman parte del entorno cotidiano de las personas y, aunque muchos creen poder identificarlas fácilmente, la verificación de la información rara vez se convierte en un hábito. De acuerdo con el estudio de desinformación de la red WIN y Datum, un 60% de los brasileños y un 58% de los ecuatorianos afirman que se encuentran con noticias falsas todos los días, reflejando una alta frecuencia de exposición en América Latina. Sin embargo, a pesar de esta constante exposición, más de la mitad de los peruanos (56%) admite que rara vez o nunca verifica la fuente o la precisión de la información que consume. Este contraste entre la confianza en la capacidad de reconocer desinformación y la falta de hábitos de verificación evidencia una vulnerabilidad significativa ante la manipulación informativa.
La desinformación es la difusión deliberada de información falsa, generalmente con el objetivo de influir en la opinión pública. Es inherentemente maliciosa, diseñada para manipular. Las noticias falsas se han convertido en una de las amenazas más persistentes para la democracia, la cohesión social y la confianza pública. Comprender sus mecanismos, su impacto y las estrategias para combatirla es tarea de individuos, organizaciones y gobiernos.
Varios sesgos cognitivos hacen que las personas sean susceptibles a la desinformación. Uno de los principales es la pereza cognitiva. Procesar información requiere esfuerzo mental, y las personas tienden a conservar recursos cognitivos a menos que estén profundamente involucradas con el contenido. En lugar de analizar críticamente la información, confían en atajos como la credibilidad percibida de la fuente o la familiaridad del mensaje.
Otro factor importante es el efecto de verdad ilusoria, que explica por qué la exposición repetida a información falsa puede hacer que parezca más creíble, incluso después de haber sido desmentida. La familiaridad genera una falsa sensación de precisión, arraigando la desinformación en la conciencia pública.
La teoría del pensamiento rápido y lento de Daniel Kahneman ofrece una perspectiva adicional. Nuestro modo predeterminado, el Sistema 1 (pensamiento rápido), es intuitivo y automático, basado en atajos mentales propensos a sesgos y errores. El Sistema 2 (pensamiento lento) es más deliberado y analítico, pero requiere un esfuerzo consciente. La desinformación explota las vulnerabilidades del Sistema 1, propagándose rápidamente antes de que el Sistema 2 pueda evaluar críticamente su validez.
En la lucha contra la desinformación, la conciencia es el primer paso. Comprender los mecanismos psicológicos que nos hacen vulnerables permite desarrollar estrategias para resistir la manipulación. A medida que navegamos por las complejidades de la era digital, fomentar la alfabetización mediática, promover el pensamiento crítico y reconstruir la confianza en instituciones será un factor clave para la salud democrática del país.
La desinformación pone en juego la legitimidad del proceso electoral del 2026. No solo distorsiona la percepción de los hechos, sino que polariza al país e incrementa el riesgo de alterar el curso de la democracia al influir en las decisiones de los votantes. Por ello, requiere del esfuerzo y compromiso colectivo de educadores, periodistas, legisladores y ciudadanos. Cada individuo juega un papel al verificar la información antes de compartirla, fomentar una cultura de pensamiento crítico e identificar las fuentes de información.