Urpi Torrado
El Comercio, 20 de marzo del 2025
“El bajo consumo de agua no es solo una cuestión de sed; es una crisis de salud pública”.
La pobreza en el Perú ha crecido, regresando a niveles de hace más de una década, impactando no solo la economía de las familias, sino también su acceso a servicios básicos como el agua potable. Este problema no solo afecta la calidad de vida, sino que también representa un riesgo para la salud pública. De acuerdo con un reciente estudio, el 85% de los peruanos no consume suficiente agua diariamente, lo que puede generar graves consecuencias en el organismo. La deshidratación crónica afecta el cerebro, los riñones y el sistema digestivo sin que las personas sean plenamente conscientes de ello.
El Día Internacional del Agua, celebrado cada 22 de marzo y establecido por las Naciones Unidas, busca generar conciencia sobre la importancia del agua y su cuidado. Sin embargo, en el Perú, la problemática es aún más profunda. A pesar de que el 81% de la población consume agua diariamente –ya sea hervida, embotellada, de fuente o a través de otras bebidas hidratantes–, solo el 15% ingiere la cantidad necesaria para el correcto funcionamiento del cuerpo. Esto significa que la gran mayoría de los peruanos no recibe los beneficios de una hidratación adecuada, lo que impacta su bienestar y su salud a largo plazo.
Estos hallazgos forman parte de un estudio realizado por las ganadoras peruanas de la competencia Research Got Talent, organizada por Apeim para Peruanos por Peruanos. Esta investigación no solo visibilizó el problema a nivel nacional, sino que también ganó la competencia global de Esomar, destacando el valor de la investigación como herramienta para abordar problemáticas sociales y promover el desarrollo.
Uno de los problemas graves en el país es la falta de acceso regular al agua potable. Millones de peruanos dependen de fuentes irregulares de agua o deben recurrir a alternativas que no siempre garantizan su calidad. La falta de infraestructura adecuada y la distribución ineficiente hacen que muchas comunidades, especialmente en zonas rurales y urbano-marginales, no tengan un suministro de agua seguro y continuo.
Otro obstáculo es el costo elevado del servicio de agua potable. Muchas familias que no tienen acceso a la red pública deben abastecerse a través de camiones-cisterna privados, lo que incrementa significativamente su gasto en comparación con quienes cuentan con un servicio domiciliario regular. Esta desigualdad económica agrava la brecha social, ya que son precisamente las poblaciones más vulnerables las que deben pagar más por un recurso esencial.
Además, la calidad del agua disponible es otro problema crítico. En muchos distritos, el agua que llega a los hogares no cumple con los estándares de potabilidad adecuados, lo que obliga a las familias a hervirla o buscar otras alternativas más costosas, como el agua embotellada. No todas las familias reciben agua todos los días, lo que las obliga a almacenarla de manera insegura, incrementando el riesgo de contaminación y enfermedades.
El bajo consumo de agua no es solo una cuestión de sed; es una crisis de salud pública. La deshidratación puede provocar fatiga, dolores de cabeza y dificultad para concentrarse. A largo plazo, su impacto en el organismo puede derivar en problemas renales, presión arterial alta y envejecimiento prematuro. En un país donde la anemia y las enfermedades diarreicas siguen siendo desafíos persistentes, la falta de acceso universal al agua potable agrava aún más la situación. La ausencia de estrategias gubernamentales que prioricen este problema no solo limita el desarrollo de la población más vulnerable, sino que también compromete la salud general del país. Es urgente una intervención integral que combine mejoras en infraestructura, acceso y programas educativos que fomenten hábitos adecuados de hidratación, asegurando que el agua segura no sea un privilegio, sino un derecho garantizado para todos los peruanos.