Uri Landman
Publicado en la Abeja
Hace unos días regresé de un viaje a los Estados Unidos de Norteamérica por motivos de negocios. Fue un viaje muy corto pero necesario para el desempeño de mis labores profesionales. Así como James T. Kirk, el capitán de la nave espacial Enterprise, llegaba a diferentes mundos para explorarlos, reconozco que esa sensación de estar llegando de otro mundo, es lo que siente el viajero cuando aterriza en nuestro país después de estar en Norteamérica, Europa o Asia.
No quiero que se piense que soy un alienado de los que creen que todo en el extranjero es mejor de lo que tenemos en Perú, muy por el contrario. Quiero a mi país con el corazón y estoy muy orgulloso de ser peruano, pero también reconozco el grado de subdesarrollo en el que nos encontramos básicamente por la ineptitud de las autoridades y una falta de cultura generalizada de nuestra sociedad.
Ni bien bajamos del avión, que hoy en día tenemos las famosas “mangas” para recibir a los pasajeros y nos dirigimos a migraciones, nos pegamos de cara con nuestra triste realidad.
Tuve la suerte que mi vuelo llegara junto con otros tres vuelos más, lo que representa un promedio de 750 personas a ser procesadas en la zona de migraciones. Digo suerte, ya que a veces se juntan seis y sietes vuelos a la vez, con la gran afluencia de pasajeros que esto implica. Para un país que se jacta de haber recibido 4.4 millones de turistas extranjeros durante el 2019, nuestro principal y casi único aeropuerto internacional, el Jorge Chávez, deja mucho que desear. Según cifras de Lima Airport Partners (LAP), el concesionario del aeropuerto, durante el 2019 transitaron 23 millones de pasajeros por dicho terminal.
El hecho real, es que tuvimos que esperar casi una hora hasta pasar por migraciones, no sin antes haber sido controlados por los funcionarios del Ministerio de Salud, quienes se aseguraban que contáramos con la Declaración Jurada y la prueba Covid que exige el gobierno peruano a todos los viajeros. Me pregunto: ¿por qué es necesario que controlen nuevamente ambos documentos, si en los Estados Unidos las aerolíneas están obligadas a hacer exactamente lo mismo, de lo contrario no te dejan subir al avión? Pura burocracia pensaría yo.
Si para nosotros que somos peruanos, es una molestia a la cual ya estamos tristemente acostumbrados, qué decir de los pocos turistas que llegan hoy en día a nuestro país, trayendo las divisas que tanto necesitamos. El Ministerio de Comercio Exterior y Turismo se vanagloria de haber alcanzado el récord histórico de 4.4 millones de turistas extranjeros durante el año 2019. Para tener una idea de lo importante que es el turismo para nuestro país, basta decir que en ese año, representó alrededor del 4% del PBI o una cifra aproximada de 7,000 millones de dólares, siendo el tercer rubro generador de divisas de nuestro país.
Al contar con una de las maravillas del mundo moderno, como es Macchu Picchu, amén de los miles de restos culturales en todo el país y de la riqueza natural de nuestra selva amazónica, lo exquisito de nuestra cocina peruana y tantos otros miles de atractivos, pensaríamos que la cantidad de turistas extranjeros en nuestro país, estaría más o menos a la par que los demás países del mundo. Sin embargo esto no es así.
En un breve recorrido por los países que recibieron la mayor cantidad de turistas extranjeros en el año 2019 podemos mencionar: Francia que recibió 89.4 millones de turistas extranjeros, España que recibió 83.7 millones de turistas, Estados Unidos que recibió 79 millones de turistas, Italia 64.5 millones de turistas, Turquía 51 millones de turistas; solamente para mencionar algunos de los principales destinos turísticos del mundo. Imagínense la cantidad de puestos de trabajo que se pudieran crear si duplicamos el número de turistas al año. Hasta el 2019, el turismo generaba aproximadamente 1.5 millones de puestos de trabajo, la gran mayoría formales.
Luego de pasar migraciones y llegar al área de equipajes, tenemos que esperar nuevamente hasta que podamos recoger nuestras maletas. Este no es un problema exclusivo de nuestro aeropuerto, pero se me ocurren varias ideas para mejorar este proceso, como por ejemplo la notificación a nuestros celulares cuando está por salir nuestra maleta.
Finalmente con las maletas en el carrito de equipajes me dirijo hacia la puerta principal para tomar un Uber que me llevaría a mi destino. Aquí es cuando desaparece por completo cualquier esperanza que uno pueda tener que nuestro país llegue a recibir millones de turistas de manera segura, eficiente y amigable.
Ni bien atravesamos el umbral de la puerta de salidas internacionales, nos vemos acosados por decenas de taxistas informales que ofrecen sus servicios a viva voz, cual mercado se tratara. Si bien hay que reconocer que algunos esfuerzos se han hecho para organizar este servicio, lo cierto es que han sido infructuosos en su mayoría y el desorden es lo que impera. Me pregunto: ¿Qué pensará un turista alemán o japonés que se vea desbordado por el desorden y la informalidad que impera en nuestro primer terminal aéreo? ¿Cómo pretendemos recibir más turistas si no somos capaces de dar un servicio ordenado, eficiente y seguro en el aeropuerto? ¿Existen acaso alternativas de transporte rápido y seguro desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad como en otros países?
En ciudades europeas como Madrid o norteamericanas como Toronto, existen servicios de trenes que conectan el centro de la ciudad con los aeropuertos de forma rápida y económica. También funcionan servicios de buses que llevan a los pasajeros a los diferentes distritos de las ciudades. De esta manera se cubren todos los perfiles de turistas desde los mochileros hasta los turistas de lujo, que según Mincetur se quedan en promedio 8 días y gastan un promedio de 4,800 dólares.
Cuando finalmente llego a casa, pienso en la frase de Winston Churchill cuando dijo: “Soy Optimista. No parece muy útil ser otra cosa”. Ojalá que nuestra gente pueda darse cuenta de las grandes oportunidades que estamos perdiendo por tener malos gobernantes.