Uri Landman
Para Lampadia
Hemos vivido momentos muy intensos últimamente, no solo en el ámbito local por las Fiestas Patrias, también en el ámbito internacional con las elecciones presidenciales en Venezuela; que como era de esperarse, dieron por ganador de forma fraudulenta al dictadorzuelo Nicolás Maduro. La situación en el país llanero es muy tensa, con protestas masivas por parte de la oposición liderada por María Corina Machado y con cientos de asesinatos y detenciones por parte de las fuerzas del mal de Maduro.
A pesar de la gravedad de esta situación, voy a escribir esta semana y la próxima sobre un tema más positivo y que viví de manera personal a raíz de mi visita a Panamá, con motivo de una feria internacional.
Era la primera vez que visitaba Panamá y debo reconocer que quedé sorprendido por la modernidad en la infraestructura pública y privada que se ve en Ciudad de Panamá y sus alrededores. Las pistas y carreteras no tienen nada que envidiarle a sus pares norteamericanos en una escala más pequeña. La silueta de la ciudad está poblada de rascacielos de 30 y 40 pisos ya sean residenciales u oficinas.
Gran parte de la economía de Panamá depende del Canal y de los puertos tanto en el lado del Atlántico (Puerto Cristóbal y Manzanillo), como en el lado del Pacífico (Balboa y Panama International Terminal). La historia y el futuro de Panamá no se pueden entender sin conocer la historia del Canal de Panamá. En las próximas líneas trataré de darles una idea de lo vital que ha sido la existencia del canal para el país.
Desde la época de los conquistadores españoles existió el interés de construir un canal en Panamá que pudiera unir los dos océanos.
En 1534, Carlos V, rey de España, comisionó los estudios para encontrar una ruta canalera a través del istmo de Panamá. Luego de varias expediciones, los españoles llegaron a la conclusión que era imposible atravesar la espesa jungla que cubría el territorio.
[Interesante recordar uno de los ‘Momentos estelares de la humanidad’ de Stefan Zweig, el ‘DESCUBRIMIENTO DEL OCÉANO PACÍFICO’, que describe a los españoles cruzando las selvas panameñas a 40° centígrados, con la espada en la mano derecha, matando a quién se pusiera delante, y con la cruz en la mano izquierda]
Unos trescientos años después, en 1879, el francés Ferdinand De Lesseps, presentó ante la Sociedad Geográfica de París, su proyecto para construir un canal a nivel de suelo que debía unir ambos océanos. De Lesseps era un empresario francés que había culminado con éxito la construcción del Canal de Suez en 1869, por lo cual, se pensaba capacitado para emprender esta titánica obra.
El proyecto de De Lesseps fue aceptado y se compraron los derechos para la concesión por 10 millones de francos. El costo de la obra se estimó en 600 millones de francos y estaría a cargo de la Compañía Universal del Canal Interoceánico de Panamá.
El 30 de diciembre de 1879 De Lesseps llegó a Panamá con su familia. Las obras en el canal se iniciaron en 1881 enfrentándose a grandes retos. El terreno de Panamá no era un desierto plano y árido como el Canal de Suez. La geografía era sumamente agreste, con la cordillera continental en el medio de la ruta entre los dos océanos. En Panamá existían enfermedades como la malaria y la fiebre amarilla, que mataban a los trabajadores, sin que se supiera cuál era su verdadero origen.
Debido a estas dificultadas, la obra se retrasó de manera importante, lo que obligó a De Lesseps a pedir apoyo a pequeños inversores, a través de hombres de negocios como el barón de Reinach y Cornelio Herz. Estos a su vez sobornaron a la prensa local para que “escondiera” los problemas del proyecto y de manera paralela sobornaron a funcionarios gubernamentales para obtener financiación pública para la empresa. El “escándalo de Panamá” fue puesto al descubierto, lo que dificultó aún más la obtención de recursos.
En el año 1888 se abandona temporalmente la idea de construir el canal a nivel del mar y se reemplazó por la construcción de un canal con exclusas en vista a las grandes dificultades en atravesar el Corte Culebra.
A medida que incrementaba la fuerza laboral, también aumentaban las muertes por enfermedades. Según registros del proyecto francés se estima que murieron alrededor de 22,000 trabajadores incluyendo los ingenieros en jefe franceses del proyecto. En 1889 De Lesseps abandona finalmente el proyecto con la quiebra de la compañía. Después de 8 años de trabajos, solamente se había terminado dos quintos del proyecto a un costo de 245 millones de dólares.
Luego de un análisis financiero, los franceses se dieron cuenta que la única manera de salvar algo para los accionistas de la compañía, era continuar el proyecto. En 1894, con una nueva concesión del gobierno colombiano, se reinician los trabajos. Sin embargo, a pesar de las nuevas inversiones y el entusiasmo de los nuevos administradores, la construcción nunca despegó, por lo que finalmente los franceses deciden abandonar de manera definitiva el proyecto en 1898.
Con la quiebra de la compañía, el ingeniero jefe de la obra Philippe Jean Bunau Varilla se dirige al gobierno de los EEUU para cederle los derechos de explotación y construcción del canal. Se firmó el tratado Herrán-Hay entre el gobierno norteamericano y colombiano, para que el primero se haga cargo del proyecto del canal.
Sin embargo, el tratado fue rechazado por el senado colombiano. Esta situación empujó a un grupo de empresarios panameños encabezados por José Agustín Arango, a promover la independencia de Panamá, la cual estuvo apoyada por nada menos que Theodore Roosevelt, presidente de los Estados Unidos. Pero esa historia la contaré la próxima semana… Lampadia