Uri Landman
Para Lampadia
Con este título se estrenó en el año 1987 la película dirigida por Brian de Palma, protagonizada por Kevin Costner y Sean Connery e inspirada en la novela “The Untochables” escrita por Eliot Ness y Oscar Frailey en 1957.
Basada en hechos reales, la película narra la historia del agente federal Eliot Ness, a quien se le encarga acabar con el crimen organizado en Chicago durante la Ley Seca (establecida el 17 de enero de 1920 y derogada el 6 de diciembre de 1933). El objetivo principal de Ness es acabar con Al Capone, quien era el mafioso más poderoso de Chicago en la época.
En vista que Ness sospecha que la policía de Chicago está infiltrada por policías corruptos al servicio de Capone, crea su propio equipo de trabajo conformado por tres policías más, llamados “Los Intocables”, en referencia a que no podían ser tocados por la corrupción.
Luego de una serie de redadas y operativos exitosos en contra de Capone, este último decide acabar con “Los Intocables” y para ello llama a uno de sus más crueles asesinos a sueldo, Frank Nitti. El asesino acaba con Oscar Wallace dentro de un ascensor y a Jim Malone lo asesina en la parte posterior de su casa. Lejos de sentirse derrotado, Ness idea un plan para atrapar al contador de Capone, quien cae en manos de los federales tras un intenso tiroteo.
Al Capone es llevado a los tribunales no por asesinato, sino por evasión de impuestos. Para ello Ness cuenta con la colaboración del contador de Capone y sus libros contables. A pesar que el juez pretende desestimar los cargos contra Capone en primera instancia, rápidamente cambia de opinión cuando Ness le dice a solas, que su nombre también figura en los libros de Capone al haber recibido sobornos por parte del mafioso. En la película Capone es sentenciado a once años de cárcel por evasión de impuestos.
En la vida real, Alphone Gabriel Capone o Al Capone, como era conocido en el mundo del hampa, era mucho más sanguinario y despiadado que en la película. Nació el 17 de enero de 1899 en Brooklyn, Nueva York y murió el 25 de enero de 1947 en Miami Beach, Florida. El imperio de Capone cuyas finanzas eran manejadas por Jake Guzik, constaba de cervecerías, tabernas clandestinas, almacenes, flotas de barcos, camiones, clubes nocturnos, casas de juegos, hipódromos, burdeles, sindicatos, entre otros. Todo lo manejaba desde una lujosa habitación del hotel Lexington de Chicago.
Después de deshacerse de sus rivales, Capone logró tener en su nómina al alcalde, al jefe de la policía y al sesenta por ciento de los efectivos de la ciudad. Capone llegó a la cúspide de su riqueza y poder, con el tráfico ilegal de bebidas alcohólicas durante le Ley Seca y a través de las ganancias obtenidas en su red de salas clandestinas de juego. Se calcula que su fortuna en 1927 era de cien millones de dólares. Ninguna de las propiedades de Capone estaba a su nombre, por lo que no hizo declaración de renta. Eso sería el principio del fin.
Aunque Al Capone siempre hacia sus negocios a nombre de testaferros y no había registros que lo relacionaran con las ganancias, las nuevas leyes de 1927, permitieron al gobierno federal de Estados Unidos perseguirlo por evasión de impuestos. La Corte Suprema dictaminó que los ingresos obtenidos ilegalmente, estaban sujetos al impuesto a la renta. El proceso y acusación ocurrieron en 1931. Al Capone fue declarado culpable el 17 de octubre en cinco de los veintitrés cargos, por los que fue acusado y condenado finalmente a once años de prisión.
El mafioso más poderoso de Chicago, pasó gran parte de sus últimos años de recluso en el hospital de la prisión de Alcatraz, aquejado de demencia. Fue liberado por motivos de salud el 16 de noviembre de 1939: no podía caminar, decía incongruencias y babeaba sin control. El 21 de enero de 1947, en su propiedad de Palm Island en Miami Beach, sufrió un derrame cerebral y murió cuatro días después de neumonía. Al capone fue encontrado muerto en su bañera.
Según nos cuenta la historia, los fiscales nunca pudieron probar que Al Capone había asesinado a alguien, sobornado a las autoridades de Chicago o comerciado ilegalmente alcohol; sin embargo, si pudieron probar que no había pagado impuestos por los ingresos que tenía y por eso lo encarcelaron.
Desde esta columna pregunto a los fiscales del Ministerio Público: ¿por qué no usar la misma figura de evasión de impuestos para acusar, sentenciar y meter presos a todos los delincuentes en el gobierno? No me refiero solamente al gobierno actual, sino a todos los anteriores.
Los fiscales le imputan el delito de lavado de activos a todos aquellos que presuntamente han recibido dinero de la corrupción como los Humada, Villarán, Vizcarra y tantos otros relacionados al caso Lava Jato, por citar un ejemplo. Sin embargo, es sumamente complicado probar el delito de lavado de activos, ya que para hacerlo se debe demostrar que el dinero recibido, proviene de fuentes ilícitas como tráfico de drogas, trata de personas, corrupción, secuestro y tantos otros. Pero esta es una tarea que cada vez se hace más complicada por las maniobras evasivas que utilizan las empresas y sus socios corruptos.
Sin embargo, estas personas no pueden negar el nivel de gastos que han tenido a lo largo de los años, con ingresos que no tienen como probar o justificar. Estos ingresos al no haber sido declarados, no han pagado impuesto a la renta. Como sabemos los que sí pagamos impuestos, ante cualquier tipo de ingreso debemos pagar el impuesto que corresponde, de lo contrario estamos defraudando al estado y eso está penado por ley. Me pregunto: ¿Cuántas personas purgan condena de cárcel en Perú por no pagar sus impuestos?
Al Capone cometió el error más grande de su vida cuando dijo: “No pueden recaudar impuestos legales, por dinero ilegal”. Terminó en la cárcel precisamente por no pagar impuestos sobre ese dinero. Lampadia