Uri Landman
Para Lampadia
Uno de los personajes más criticado, atacado y odiado por los progresistas y caviares latinoamericanos es el ex presidente chileno, el general Augusto Pinochet. Pinochet derrocó a través de un golpe militar, al presidente marxista Salvador Allende, elegido en 1970.
El 11 de septiembre de 1973, en una acción militar llevada a cabo por las Fuerzas Armadas de Chile, tropas del ejército y aviones de la Fuerza Aérea atacaron el Palacio de la Moneda, sede del gobierno chileno. Al momento de ingresar las tropas militares a la casa de gobierno, Allende se suicida.
Este golpe de estado, dio origen al establecimiento de la Junta Militar liderada por el general Augusto Pinochet, quien gobernaría Chile hasta el 11 de marzo de 1990.
El régimen de Pinochet se caracterizó por un modelo autoritario, que buscaba restablecer el orden y el crecimiento económico en Chile después de la crisis generada por las políticas comunistas implementadas por Allende, las cuales resultaron en una inflación en 1973, de 342% y una caída de más del 5% del PBI.
La Junta Militar, confió a un grupo de jóvenes economistas conocidos como los “Chicago Boys” (por haber llevado su curso de maestría en la Universidad de Chicago) la elaboración y el manejo de las políticas económicas que se debían implementar para sacar a Chile del desastre del comunismo. Los Chicago Boys ingresaron al régimen en 1975. Para convencer a Pinochet de implementar sus políticas económicas, invitaron a su ex profesor y Premio Nobel de Economía, Milton Friedman, para que le explicara directamente al presidente las opciones que tenía para “salvar al paciente”.
Finalmente se optó por una política de Shock. ¿Se acuerdan del Fujishock que vivimos los peruanos en 1990? Como parte de las medidas tomadas en Chile, se redujo el gasto público en 27%, se despidieron miles de empleados públicos, se privatizaron unas quinientas empresas deficitarias estatales, se aumentó el impuesto al valor agregado (IVA), se disminuyeron los aranceles comerciales a las importaciones abriendo Chile al mercado internacional y se liquidó el deficitario sistema previsional estatal y se establecieron las administradoras de fondos de pensiones conocidas como las AFP.
En 1985, con el ingreso del ingeniero y asesor económico Hernán Buchi al Ministerio de Hacienda, se continuaron las reformas emprendidas por los Chicago Boys, aunque de manera menos radical. Se revitalizó la economía mediante el fomento de las exportaciones y la privatización de las grandes empresas estatales que restaban como Enersis, Endesa, Entel, LAN Chile entre otras. El modelo económico instaurado en Chile durante la dictadura militar fue considerado el “modelo” a seguir por muchos economistas en el mundo, debido a la prosperidad de sus índices macroeconómicos que se mantuvieron estables en las siguientes décadas.
En el año 1988, se realizó el plebiscito establecido en la constitución de 1980, para definir la continuidad de Pinochet como presidente de Chile por un periodo adicional de 8 años. Luego de una campaña muy polarizada, el NO obtuvo el 55% de los votos, lo que daba término a la era Pinochet.
¿Se pueden imaginar ustedes que el 45% de chilenos, luego de 15 años de dictadura, votaron por el SI para que Pinochet siga siendo presidente del país por 8 años más? Es difícil para nosotros pensar en algo así, cuando después de solamente 120 días en el poder, el presidente Castillo, quien fue “elegido democráticamente”, tiene un 57% de rechazo entre la población, según la encuesta de IPSOS Apoyo de noviembre.
¿Por qué afirmo que Pinochet es uno de los personajes más odiado por los progresistas y los caviares? Porque Pinochet demostró a lo largo de su gobierno tener un gran amor hacia su país. Si bien no podemos negar ni justificar los abusos cometidos durante la dictadura, ni tampoco defender a los militares que asesinaron a casi 3,000 personas durante el régimen (no fueron 40,000 como los comunistas nos quieren engañar), lo cierto es que Pinochet siempre fue honesto al mostrar a los chilenos lo que era y las ideas que defendía. Según sus propias palabras, él era un dictador de derecha. No se hacía pasar como un luchador indigenista como Evo Morales, ni tampoco como un revolucionario del socialismo del siglo 21 como Chávez o Maduro. Él, era un militar que tenía el deber de defender a su país contra el marxismo comunismo.
Por el contrario, todos los dictadores de izquierda antes mencionados, a los que podemos incluir a Daniel Ortega o Rafael Correa, manipulan la democracia con la justificación de la lucha social para perpetuarse en el poder e imponer sus ideas comunistas en América latina.
He leído decenas de artículos, casi todos ellos de la prensa caviar, que acusan a Pinochet de enriquecerse siendo dictador de Chile durante 17 años. Sin embargo, de acuerdo a la última investigación realizada por autoridades chilenas, a Pinochet y a su familia, se les encontró un desbalance patrimonial, de 17.9 millones de dólares. Por más que nos podamos escandalizar con esta cifra, la misma palidece en comparación con:
los $ 900 millones de Fidel Castro,
los $ 3,600 millones de Hugo Chávez,
los $ 1,500 millones de Evo Morales y
en el ámbito local los $ 31 millones que recibió Alejandro Toledo como coimas de Odebrecht.
Considero que los $ 17 millones de dólares, son un justo sueldo por 17 años de trabajo en sacar a Chile de la miseria y de la pobreza en la que se encontraba y convertirlo en un país camino al desarrollo.
El 2 de septiembre de 1983, el general Augusto Pinochet, en un discurso expresó lo siguiente: “Ésta nunca ha sido dictadura, esto es Dictablanda, pero si es necesario, vamos a tener que apretar la mano porque tenemos que salvar primero el país y después miraremos atrás. Por eso creo y estoy fielmente convencido que solamente cuando los chilenos vean lo que es el comunismo, cuando los chilenos entiendan los engaños, las falacias; los chilenos van a darse cuenta que este gobierno tiene razón”.
No quiero que se me acuse de golpista o antidemocrático, pero cada vez que veo a Castillo como presidente, pienso en Pinochet. Lampadia