Uri Landman
Para Lampadia
“Cogito ergo sum”, que viene del latín y significa: “pienso, luego existo”, es una de las frases más famosas del filósofo francés René Descartes, la cual aparece en su obra “Discurso del Método” del año 1637. Esta afirmación se ha convertido en una de las más famosas de la historia del pensamiento y viene a representar el inicio del racionalismo moderno.
Según Descartes, de lo único que no podemos dudar, es precisamente el hecho que dudamos. Y, por ende, si dudo, mi pensamiento existe y yo también.
Como bien lo entendió Descartes hace más de 400 años, el conocimiento es la herramienta o riqueza más importante que tenemos como seres humanos. No por gusto el día de hoy, de la lista de las 10 personas más ricas del mundo, según la revista Forbes, 8 son empresarios que basan sus fortunas en el uso del conocimiento.
En la lista de millonarios tenemos a personas como Jeff Bezos de Amazon, que prácticamente inventó el comercio electrónico, a personas como Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, la red social más grande del mundo, pasando por Larry Page y Sergey Brin, los fundadores de Google. Ellos no son dueños de haciendas, ganado, fábricas, fundiciones ni ninguno de los bienes que se podían asociar a los magnates del siglo pasado. Ellos son dueños de una vasta fuente de conocimiento que han puesto a trabajar para generar bienestar y riqueza para todos, convirtiéndolos en millonarios de paso.
Como sabemos, los centros de creación de conocimiento por excelencia son las universidades. Tan es así, que nuestra legislación reconoce la importancia y contribución de las universidades a la educación del país y las exonera del pago del Impuesto Predial por los inmuebles que posee, del Impuesto General a las Ventas y de los aranceles a la importación de bienes. Durante años, las universidades con fines de lucro también estuvieron exoneradas del pago del impuesto a la renta siempre y cuando declararan que las ganancias las reinvertirían en beneficio de los estudiantes, aunque esta exoneración fue anulada en el año 2018. Las universidades sin fines de lucro gozan de dicha exoneración hasta el día de hoy.
Sin embargo, a lo largo de muchos años, se sacó provecho de estas exoneraciones, no para el bien de la educación, sino para que malos empresarios se hagan ricos sin pagar impuestos. Son conocidos los casos de universidades que operaban en el segundo piso de un chifa, universidades fantasmas que no contaban con plana docente hasta llegar a decenas de universidades que si bien daban el servicio de educación a sus estudiantes, éste era deficiente.
Uno de los pocos aciertos del gobierno de Humala fue la promulgación de la Ley Universitaria 30220 que creó la SUNEDU que es la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria, que se convirtió desde el 5 de enero del año 2015, en el ente responsable del licenciamiento para ofrecer el servicio educativo superior universitario.
La SUNEDU consta de un Consejo directivo, presidido por el superintendente que es nombrado por el Ministerio de Educación, un representante del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC) y cinco miembros nombrados por concurso público. De ellos, dos son docentes de universidades públicas y uno de universidades privadas.
A pesar de las críticas que recibió la institución en sus primeros años, creo que podemos afirmar, sin ser experto en educación, que el balance del funcionamiento de la SUNEDU ha sido positivo para la educación universitaria del país.
Hasta enero del 2021, la SUNEDU había otorgado 94 licenciamientos. Además, y más importante para la educación, la SUDENU había denegado el licenciamiento a 48 universidades y a 2 escuelas de posgrado. Estamos seguros que entre estas, figura la universidad que funcionaba en el segundo piso de un chifa.
Pero no crean que la SUDENU haya negado el licenciamiento a estas 48 universidades de un día para el otro. Al contrario, el proceso de licenciamiento es bastante largo y riguroso, según me pudieron relatar dos expertos en el tema de la reforma universitaria y del licenciamiento. Pero una vez que la SUDENU dictamina que la universidad no cumple con los estándares mínimos de calidad, le da un plazo máximo de dos años para cerrar sus actividades. Durante este plazo máximo no puede admitir más alumnos a sus programas y deben dar todas las facilidades a los alumnos que están en plenos estudios, para que se puedan trasladar a otra universidad.
Entonces, si es tan buena la SUNEDU ¿por qué se ha aprobado por mayoría una ley en el congreso la semana pasada que cambia la composición del consejo directivo de la SUNEDU y que ha causado tanto revuelo entre los “expertos”? De manera particular debo admitir que tuve que investigar varias horas para darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Creo haber encontrado la razón.
Como todos sabemos, los caviares son los que controlan el Ministerio de Educación y ellos no quieren perder su cuota de poder al no poder nombrar directamente al superintendente de la SUNEDU. Según la nueva ley, los mismos miembros del consejo directivo lo elegirían. Por otro lado, al cambiar la conformación del consejo, perderían el manejo del mismo y por ende de la SUNEDU. Según la nueva ley, el consejo estaría conformado por dos representantes de universidades públicas, un representante de universidades privadas, uno del Concytec, uno del Sineace, uno del MINEDU y otro del Consejo de Decanos de los Colegios Profesionales del Perú.
Me parece un error que los mismos decanos de universidades, ya sea pública o privada, puedan elegir o ser autoridad, ya que ellos estarían siendo juez y parte más adelante. Estoy seguro que se podría buscar una fórmula mucho más transparente para poder elegir a la autoridad idónea para la SUNEDU.
Sin embargo, el congreso también “metió de contrabando” en la ley, un artículo que le da una segunda oportunidad a todas aquellas universidades que no obtuvieron el licenciamiento de SUNEDU para volver a presentarse al proceso, con la excusa que los estudiantes no pueden ser perjudicados. Ello es completamente inaceptable. Más daño se le hace al estudiante y a la educación del país, permitiendo que universidades “chichas” sigan operando y cobrando por servicios deficientes.
No podemos dejar que intereses mercantilistas destruyan la educación de nuestra juventud, ya sea desde el congreso o de los caviares. Ya lo dijo el premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela. “La educación es el arma más poderosa que puedes tener, para cambiar el mundo.”
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