Uri Landman
Para Lampadia
Fue elegido en medio de una grave crisis económica que había mandado a la calle a millones de personas, con marchas y protestas a lo largo del país, caracterizadas por la violencia política con la que se desarrollaban. Sus promesas populistas de crear trabajo, sacar al país de la miseria y terminar con las clases burguesas que habían tomado el gobierno, lo llevaron a ser elegido. Todo ello, en medio de reclamos por fraude y manipulación de los resultados electorales.
El presidente Hindenburg, nombró a Adolfo Hitler canciller de Alemania el 30 de enero de 1933, después de que este último formara una coalición entre los nacionales socialistas (nazis) y los conservadores nacionalistas, en vista que no había obtenido la mayoría en las elecciones parlamentarias de noviembre de 1932.
Una vez en el gobierno, Hitler realizó una serie de maniobras para acumular el poder. El 27 de febrero de 1933, un incendio consume el Reichstag o Parlamento alemán y los nazis rápidamente culpan a los comunistas por dicho acto de sabotaje. Es la excusa perfecta que Hitler había estado buscando para controlar el estado. El presidente Hindenburg, presionado por Hitler, anuncia la mañana siguiente que está en vigencia el Reglamento sobre el incendio del Reichstag. Esto proporciona los cimientos de la dictadura nazi. Se suspenden los derechos civiles de los alemanes. La libertad de expresión ya no es un derecho inherente y la policía puede realizar allanamientos y detenciones sin orden judicial. Todos los partidos opositores son proscritos y declarados ilegales.
El 23 de marzo de 1933, Hitler convoca al parlamento alemán para solicitar nuevos poderes, la llamada “Ley del Poder”, que le permite a Hitler promulgar leyes durante cuatro años, sin interferencia del presidente o del Parlamento Alemán. Hitler en su discurso previo a la votación, intimida a los presentes a elegir “entre la guerra y la paz”. Ya no se trata de una Alemania democrática. Con 444 votos a favor y 94 en contra el Parlamento aprobó la “Ley del Poder”, la que constituyó la base de la dictadura nazi hasta 1945.
Sin embargo, Hitler no alcanzaría plenos poderes hasta agosto del año 1934 cuando fallece el presidente Hindenburg y él se convierte en dictador. A partir de este momento los nazis empezarían a transformar el país y la sociedad para crear el Tercer Reich, el cual duraría mil años, según ellos. Como parte de esta transformación, la sociedad debía limpiarse de las razas “sub-humanas”, que según los nazis incluían a gitanos, homosexuales, discapacitados, eslavos y sobre todo judíos.
Se implementó una política de construcción de obras de infraestructura como el sistema de autopistas conocido como “autobahn”. A raíz de las declaraciones de nuestro primer ministro Aníbal Torres, quien afirma erróneamente que Hitler inició la construcción de la “autobahn” en Alemania, le recordamos que esto no es cierto. La primera autopista alemana fue diseñada por Robert Otzen en 1929 y se terminó de construir en 1932, uniendo las ciudades de Colonia y Bonn. La ceremonia de inauguración fue presidida por el alcalde de Colonia, Konrad Adenauer, quien después de la guerra se convertiría en primer canciller de la República Federal Alemana.
Hitler impulsó la construcción del sistema de carreteras en el país con un doble propósito. El primero, fue crear miles de puestos de trabajo y así poder disminuir el desempleo en el país y el segundo y más importante para sus planes a mediano plazo, era crear una cadena logística para transportar a su ejército hasta el frente de batalla lo más rápido posible. Ello era fundamental para su “Blitzkrieg” o Guerra Relámpago.
De manera paralela, Hitler impulsó la industrialización con una meta clara, el rearme de Alemania. Desde que toma el poder en 1933, Hitler tenía como objetivo, la anulación del Tratado de Versalles, impuesto a Alemania después de perder la Primera Guerra Mundial. Dicho tratado, imponía a Alemania medidas draconianas como el pago de millonarias sumas en reparaciones civiles y la limitación a un ejército muy reducido de parte de Alemania.
Ya vemos entonces que Hitler no buscaba que los alemanes tengan mejores autopistas para mover sus productos agrícolas a los mercados o para irse de paseo en vacaciones, lo que él buscaba era una Alemania preparada para la guerra.
El primer ministro Aníbal Torres, alabó a Hitler por convertir a Alemania en una potencia mundial gracias a su programa de infraestructura. Lo dicho por Torres no solamente es falso, sino que representa un insulto a la humanidad, usar a Hitler como ejemplo del desarrollo de una nación.
Los “logros” de Hitler al final de la Segunda Guerra Mundial, fueron entre otros, el “Holocausto” o exterminio de más de seis millones de judíos en los territorios ocupados por los nazis, la muerte de más de cincuenta millones de personas, más de la mitad civiles; la destrucción de la infraestructura alemana y de casi todos los países ocupados por los nazis, millones de desplazados y refugiados, sin contar con las millonarias pérdidas económicas para la población civil. Luego de terminada la guerra, Alemania pudo salir adelante y reconstruir el país gracias al Plan Marshall, iniciativa de los Estados Unidos que dio una ayuda económica a los países europeos (Alemania entre ellos) de 20,000 millones de dólares de la época.
Es una vergüenza para nuestro país, tener un primer ministro como Aníbal Torres, pero es peor aún tener uno que alabe a Adolfo Hitler por sus logros durante su régimen de la muerte.
En una frase que algunos le atribuyen a Winston Churchill, éste dijo: “Los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas”. Estoy seguro, que se refería a los comunistas de hoy. Lampadia