La segunda vuelta en Brasil se realizará este 30 de octubre.
RPP, 25 de octubre de 2022
Por Sebastião Mendonça Ferreira
Centro Wiñaq
La segunda vuelta en Brasil se realizará este 30 de octubre. No se sabe quién ganará las elecciones, si Lula o Bolsonaro. En la primera vuelta Lula casi ganó sacando 48% frente a 43% de Bolsonaro. Sin embargo, en la noche del 2 de octubre, al anunciar los resultados, los electores de Lula se sentían decepcionados por no haber alcanzado más de 50% en la primera vuelta y los electores de Bolsonaro celebraban la posibilidad de disputar una segunda vuelta.
Las encuestadoras brasileñas son muchas y es difícil saber en cuáles confiar. A pocos días de la primera vuelta, el IPEC (antes IBOPE) daba 54% para Lula y 35% para Bolsonaro. Data Folha daba 54% para Lula y 39% para Bolsonaro. Estas dos son las encuestadoras más reconocidas en el Brasil. Las dos empresas anunciaban como altamente probable la victoria de Lula en la primera vuelta. Sus errores (14% y 10%, respectivamente) han estado muy por encima de los márgenes de error y se ha puesto en duda la idoneidad de sus métodos estadísticos.
A menos de una semana de la segunda vuelta, en las diversas encuestas predominan resultados ligeramente favorables a Lula, pero ahora las diferencias entre los dos candidatos están dentro de los márgenes de error. Es decir, están técnicamente empatados. Lo que llama la atención son las tendencias. En la mayoría de las encuestas Bolsonaro está subiendo y Lula está estancado o está cayendo, haciendo difícil predecir cuál será el resultado. Desde el fin de la primera vuelta, las tendencias vistas muestran cambios ligeros en las preferencias del electorado. Existe la duda si, aun con una tendencia ligera, Bolsonaro conseguirá o no alcanzar a Lula al momento de las elecciones
Independiente de los resultados de este domingo 30, los cambios políticos que ya ocurrieron en Brasil no son menores.
Por primera vez, después del regreso de la democracia en 1985, hay un claro predominio de los sectores conservadores y liberales de derecha en las dos cámaras, cerrando décadas de predominio de la izquierda y del centro. En la cámara de diputados la alianza de la centroderecha y la derecha ha elegido a 274 diputados (53%), mientras que la alianza de las izquierdas, incluido el PT de Lula, eligió a 130 diputados (25%) y los sectores de centro eligieron a 109 (21%). En el Senado la derecha y centroderecha eligieron a 43 senadores (53%), mientras las izquierdas eligieron solamente a 14 (17%) y el centro eligió a 25 (30%) (ver gráficas). El Partido Liberal, de Bolsonaro, será la primera fuerza en las dos cámaras. El Partido de los Trabajadores, con todos sus aliados, no supera 25% en ninguna de ellas.
Si bien el PT ha conservado sus fuerzas a lo largo del tiempo, sus aliados de centro (PSDB de Fernando Henrique Cardoso y el MDB de Michel Temer), han reducido su presencia política a nivel congresal menos de la mitad de lo que eran 10 años atrás. Ahora, el PT aliado con el centro no puede usar el congreso como herramienta de oposición a un gobierno de derecha.
En el otro lado de la mesa, el Partido Liberal, de Bolsonaro, se ha fortalecido y sus aliados (União Brasil, Partido Popular, Republicanos, etc.) han crecido significativamente. Además, Deltan Dallagnol, el fiscal que dirigió Lava Jato ha salido elegido diputado federal, y Sergio Moro, el juez que condenó a Lula en primera instancia, ha sido elegido senador. Ambos han expresado su apoyo a Bolsonaro frente a Lula en esta segunda vuelta.
A nivel de gobernadores de estado la correlación de los ya elegidos y candidatos con mayor potencial, la derecha se ha fortalecido. Bolsonaro cuenta con el respaldo de los estados de Minas Gerais, Paraná y Río de Janeiro, y muy probablemente de Sao Paulo, Rio Grande del Sur y Santa Catarina, es decir del centro-sur que representan 50% de la población de Brasil. El PT contará con el apoyo de los estados del noreste, que representan 27% de dicha población.
El tercer cambio, probablemente el más relevante, es la unificación y desarrollo de un movimiento social conservador que antes estaba concentrado en las iglesias evangélicas y tenía una expresión política débil y dispersa en una diversidad de partidos de centro, de derecha y de izquierda. Ahora ese movimiento se ha estructurado alrededor de Bolsonaro, ha ampliado su alcance a los sectores católicos conservadores y ha adquirido un protagonismo político pocas veces visto en la historia de la república brasileña. En Brasil, a diferencia del Perú, los sectores socialmente conservadores están alineados con la derecha, mientras que los sectores liberales en lo social están alineados con la izquierda.
Ese movimiento se ha movilizado para impulsar la campaña electoral de Bolsonaro y los resultados de la primera vuelta no pueden ser entendidos si no se considera el soporte de los activistas de ese movimiento. Fueron los conservadores, articulados vía redes sociales y el surgimiento de canales y blogs digitales que han reducido el impacto de los medios tradicionales que en general han sido adversos a Bolsonaro.
Para ese movimiento la defensa de la familia y de sus valores morales son muy importantes y ellos perciben al enfoque de género como una amenaza. No es raro que miembros de ese movimiento sean críticos a Bolsonaro, pero consideren que solo él puede ayudarlos a proteger la formación moral de sus hijos y, por esto, lo prefieren como presidente del Brasil. Para estos sectores conservadores la izquierda brasilera impulsa la desestructuración de los valores morales básicos desde el estado.
El cuarto cambio es crecimiento de los medios digitales con claro predominio de las corrientes conservadoras y liberales: WhatsApp, Youtube, Facebook, etc. El liderazgo de los influenciadores favorables a Bolsonaro, en esos nuevos medios, es notorio. Sin embargo, el gigante mediático de Brasil es el Grupo Globo y continúa liderando la audiencia nacional sin rival que le acerque. Globo ha tenido una postura crítica a Bolsonaro durante buena parte de su gobierno y en la actual campaña electoral.
A nivel de narrativas, Lula prioriza la justicia social, recuerda como en su gobierno los pobres progresaron y advierte de los riesgos que Bolsonaro puede representar para la democracia y para los derechos de las poblaciones vulnerables. Lula cuenta además con la simpatía de la población de bajos ingresos, especialmente de los nordestinos, desde donde él migró para trabajar en las fábricas de Sao Paulo.
Bolsonaro, por su lado, habla de los logros económicos y sociales de su gobierno, de los valores morales que él defiende, de cómo la economía brasileña está mejorando y del futuro de progreso que los brasileños pueden alcanzar, si su gobierno continúa. Menciona también la importancia de una política de mano dura contra el crimen en Brasil y acusa a la izquierda de preocuparse más por el bienestar de los delincuentes que por la seguridad de los ciudadanos honestos.
Aparentemente la disputa es entre dos candidatos, pero una observación más cuidadosa de la campaña sugiere que es principalmente una batalla entre valores morales y formas de entender el progreso social. Cuando uno conversa con los electores, ambos lados se enfocan en la defensa de los valores con los cuales se identifican y de cómo ellos creen que pueden mejorar sus vidas. Se puede decir que, hoy, la sociedad brasileña está polarizada en dos grupos de valores e ideas.
Lula está haciendo muchas promesas, pero si es elegido, él no va a contar con el factor dinamizador generado por el crecimiento chino, que lo ayudó mucho a inicios del siglo, él va a tener que enfrentar la oposición de Bolsonaro, un congreso con la mayor representación de derecha democráticamente electa en casi un siglo, a un movimiento social militante y a canales digitales cada día más fuertes, pero va a tener el respaldo de Globo y otros medios tradicionales y de la capacidad creativa de una amplia capa de intelectuales y artistas afines.
Si Bolsonaro es elegido, él va a contar con el apoyo del congreso y del movimiento conservador en crecimiento, pero va a tener que enfrentar la oposición del stablishment mediático, de la mayoría de los artistas e intelectuales del país y la cúpula del poder judicial que le han sido hostiles durante su gobierno.
En cualquiera de los casos, la sociedad brasileña, en los próximos años, va a encarar un nivel muy alto de polarización política, pues las dos fuerzas principales son profundamente distintas, están casi empatadas y las posturas de centro se están debilitando.