Rolando Arellano C.
Presidente de ARELLANO y profesor en Centrum Católica
Arellano, 11 de junio del 2024
Sorprende que en la discusión sobre las cifras de crecimiento de la pobreza no se mencione a la que vino con la inmigración venezolana. Porque si esta se considerara como factor relevante, las propuestas para mejorar cambiarían drásticamente.
La duda surge al ver que entre el 2018 y el 2023 la pobreza se incrementó en 5% y que, casi en ese mismo periodo, recibimos 1.5 millones de inmigrantes venezolanos, en su mayoría pobres, que incrementaron en… 5% la población del país. Por otra parte, el mayor crecimiento de la pobreza urbana que la rural, coincide con que casi todos los migrantes se afincaron en ciudades (Venezuela tiene la menor proporción de población rural de Latinoamérica), y más en la costa norte que en el sur y la sierra. Otra coincidencia, extraña para las tendencias usuales, es que en Lima, donde se calcula que se quedaron 1 millón de migrantes y son 10% de su población, la pobreza creciera mucho más (de 14.2% a 28.7%) que en el resto del Perú.
¿Si ese factor fuera tomado en cuenta, este gobierno no sería el culpable del incremento de la pobreza? A menos que hubiéramos rehuido a nuestro deber humanitario cerrando las fronteras, un incremento se hubiera dado con malos o buenos gobernantes, aunque con estos últimos el deterioro sería menor. Más bien, la principal razón de que no estemos peor parece ser la gran resiliencia de los peruanos, que trabajamos fuerte para contrarrestar a la inflación, el mal clima, el temor de inversionistas y los muchos errores del gobierno. Y ayudaron también, debe decirse, aquellos venezolanos que lograron crecer a pesar de la xenofobia que tuvieron que enfrentar.
¿Y cómo deberíamos actuar entonces para disminuir la pobreza? Primero, no desgastarnos tanto en criticar a nuestras ya conocidas poco eficientes autoridades, y trabajar mejor para enfrentar el problema. Empecemos así por segmentar a los grupos afectados, para ayudarlos a ser más productivos y autosuficientes, porque los pobres peruanos y los pobres migrantes, que necesitan de nuestra solidaridad, son muy distintos. Tengamos también en cuenta que una mejor interpretación de las cifras ayudaría a definir un nivel de riesgo país distinto hacia afuera y, sobre todo, disminuiría el desánimo de los empresarios que invierten y generan empleo. Eso porque notaríamos que la “pobreza importada” más que un decrecimiento total de la demanda podría estar mostrando un crecimiento de los consumidores potenciales, situación muy similar a la que vivieron nuestras ciudades durante la gran migración interna del siglo pasado. Esa que empezó como un gran problema y que, contra todos los pronósticos, nos ayudó luego a crecer.
Todo lo anterior es válido por cierto sólo si los nuevos migrantes formaron parte de la muestra en las encuestas sobre pobreza cuyas cifras se han mostrado. Porque si no fuera así la realidad sería mucho peor y necesitaríamos actuar muy distinto. Les deseo un fin de semana de reflexión.