Richard Webb acaba de publicar “Conexión y despegue rural” (Fondo Editorial Universidad San Martín de Porres), libro que, en este Año de la Inversión para el Desarrollo Rural y la Seguridad Alimentaria, transformará nuestra percepción del campo peruano, al que siempre vimos como extremadamente pobre y sin posibilidades de desarrollo. Allí muestra que en esos sectores la identidad clásica urbano = rico y rural = pobre comienza a desdibujarse.
De esta manera, mientras muchos analistas explican la pobreza rural por razones culturales y por la existencia estructural de dominantes y dominados, Webb encuentra que la causa es fundamentalmente la falta de conectividad, es decir, la dificultad de entrada y salida de bienes, servicios e información. Y encuentra que esta conexión, y las oportunidades que ella trae, ha crecido inmensamente.
Así, además de la llegada de la telefonía y la energía eléctrica, señala que entre el 2001 y el 2010 se construyó un número récord de kilómetros de carreteras rurales. Esto disminuye a la mitad el tiempo de transporte de los productos rurales a los grandes mercados. Con ello suben los ingresos de los pequeños productores agrícolas y el salario de sus trabajadores, y se incrementa su productividad, de comprar máquinas y semillas. Y también sube su bienestar, pues van y vienen fácilmente a sus parcelas, mientras sus familias viven en las ciudades, con acceso a escuelas y postas médicas.
Entonces, contra la tendencia histórica, Webb muestra que hoy los pueblos chicos crecen más rápido que los medianos, y estos a su vez más que los grandes. Y añadiendo la evidencia de otros estudios, de que las grandes ciudades de provincia han crecido más que Lima, vemos entonces que todo el mapa económico del Perú está cambiando para bien.
Tanto como interesan los resultados, también llaman la atención los métodos usados, pues esta investigación combina análisis de la data del INEI con encuestas y visitas a cientos de poblados. Se logra así una imagen desprejuiciada de su realidad. De este modo, en contraste con aquellos investigadores que minimizan el nivel de riqueza de las zonas rurales, pues clasifican sus niveles socioeconómicos usando los mismos criterios de las zonas urbanas (posesión de artefactos eléctricos, entre otros), Webb logra mediante la observación entender crecimientos que las estadísticas esconden.
Al contarnos que en algunas ferias rurales se venden libros de gestión empresarial y que un mercado rural se denomina Gamarrita, nos dice que ese crecimiento tiene más potencial que el que muestran las tendencias de ingreso. Gran esfuerzo y tremendo hallazgo.
Mucho se habla del crecimiento peruano debido a las exportaciones y poco se dice de la inmensa influencia del crecimiento de la producción y el consumo interno. Hoy esta investigación nos muestra que ese cambio es más profundo todavía, pues va más allá de las ciudades grandes o medianas de provincias, e incluye a las zonas rurales. Y de paso nos dice que la mejor inversión que pueden hacer los gobiernos hoy es en conectividad para los ciudadanos.
Hay investigaciones fundacionales que marcan un camino nuevo para la ciencia y para la sociedad. Esta es una de ellas, pues dentro de poco será natural hablar sobre “las tremendas oportunidades de crecimiento e inversión en las zonas rurales”.
No olvidemos entonces que antes de este libro nadie siquiera lo imaginaba.
Tomado de El Comercio, 3 de mayo, 2013