Los peruanos tenemos hoy una gran oportunidad con algunos productos autóctonos, como la quinua y la maca, pues sus propiedades son muy apreciadas en el mundo. Pero, para hacer que esas oportunidades duren y crezcan, debemos hacer un trabajo adicional: buscar que sean reconocidos como originarios del país. Debemos evitar lo que ya nos sucedió con la papa, el caucho, la uña de gato y comienza a pasar con los auquénidos. Veamos.
Siendo la papa originaria de aquí, resulta que casi nadie lo sabe, pues con excepción de Finlandia, donde se le llama ‘peruna’ (‘peruana’), en el mundo muchos creen que la papa es europea, rusa y hasta norteamericana. Por ello, la “papa del Perú” es una más de las papas del mundo, sin más valor que otras en los mercados internacionales. Como le ocurre a África con sus plátanos (llamados por ello ‘guineos’), que muchos creen de origen americano.
Y la historia podría repetirse hoy con la maca y la quinua, cuya exclusividad de producción compartimos con Bolivia, cuando, como la historia nos ha enseñado innumerables veces, aparezcan en el mercado mundial otros países productores. Con mayor productividad y eventualmente hasta mejor calidad, su presencia no solamente nos quitará la exclusividad, sino que hará que los altos precios que hoy reciben nuestros productores sean pronto un recuerdo del pasado.
¿Qué eso no pasará porque “solo se pueden producir aquí”? No olvidemos que lo mismo decían los caucheros de la Amazonía, antes que los ingleses se llevaran plantones a Indonesia y empezaran a producir en grandes cantidades, acabando con la riqueza selvática. Y recordemos que ya existen variedades de quinua que crecen en zonas tropicales y que la uña de gato se cosecha en muchas partes de Asia.
¿Qué se puede evitar reforzando los controles de plantones y semillas? Ya es demasiado tarde para eso y, aun si hubiera tiempo, sería muy difícil de realizar. Incluso en momentos en que el control era mucho más simple, pues salían pocos barcos a Europa, Antoine Parmentier logró llevarse las primeras plantas de papa a Francia y perdimos la exclusividad en pocos años. Y no olvidemos que nuestros auquénidos nativos (y quizá hasta algunas vicuñas) ya crecen bien en Estados Unidos y Australia.
Entonces, ¿cómo proteger nuestros productos? De la única forma moderna que da resultados comprobados a las empresas que trabajan en mercados muy competitivos: potenciando el valor de su marca. Haciendo que lo que venden sea mucho más que el producto físico y se convierta en una emoción, que se prefiere y se paga mejor. Como cuando pagamos diez veces más por una camiseta Nike que por una sin marca, y sentimos que hacemos un buen negocio.
¿Y qué valor emocional tendrían la maca y la quinua peruanas? Sin duda, la fuerza emotiva de venir del lugar de su origen profundo; de ser “el producto original”.
¿Es posible lograrlo? Sí, si aunamos esfuerzos ciudadanos, empresas y Estado (Prom-Perú ha empezado, solitariamente, con los auquénidos), y si tenemos claro el objetivo buscado. En este caso el objetivo sería lograr que cuando el consumidor mundial se encuentre ante una quinua peruana y una de otro país, reaccione de la misma manera que lo hace una dama si le dan a escoger entre una prenda Gucci original y otra que no lo es. Así de simple.