En las últimas semanas, las noticias sobre la economía mundial y la política peruana nos alarman con signos de que el crecimiento del país estaría por detenerse. Pero, por otro lado, también están dándose cambios positivos que pocos resaltan. Haciendo el balance de ambas tendencias, encontramos que se vislumbran algunas oportunidades interesantes para nuestra sociedad. Veamos.
En el mercado externo preocupa la influencia de la crisis mundial en el precio y la demanda de nuestros minerales, textiles y productos agroindustriales. Ya lo vemos en el cobre, el oro o el café. Y el tema se complica con la inesperada alza del dólar, que encarece las importaciones y los créditos. Ambos temas nos afectarán con fuerza, en impuestos, canon y nuevas inversiones.
Pero allí también se ven signos de posibles mejoras. Por ejemplo, la apreciación del dólar se estaría dando porque Estados Unidos empezó a crecer nuevamente, augurando un mayor precio de los metales y mayor demanda de todo tipo de productos. No será mucho, pues China no reacciona aún, pero ya es un paso importante porque una parte de esa demanda también estimulará la economía asiática. Además, un dólar más fuerte hará más competitivas las exportaciones no tradicionales, esas que sufrieron justamente por un dólar demasiado frágil.
En el mercado interno, preocupa que las contradicciones del gobierno, los ‘oxímoron’ que señalamos en nuestra última columna, estén generando desánimo en la población y en los empresarios. Con la actuación desatinada del Poder Ejecutivo y del Congreso, muchos ya piensan que el crecimiento se detiene, y se resisten a invertir, a arriesgar lo ganado, ante una política incierta. Aunque las clases medias emergentes sufren menos y siguen creciendo, esa situación termina por afectar a todos.
Pero viendo el lado positivo, ya se necesitaba un sacudón de ese tipo para frenar los excesos que se estaban generando en algunos sectores. Por ejemplo, hoy empezamos a reflexionar sobre el riesgo de sobreendeudamiento de las familias debido a la largueza de las políticas crediticias, y vemos que se da un ligero, y necesario, freno al espiral de los precios inmobiliarios. No se detendrán los negocios, pero se harán con mayor cuidado, pues ya están viendo que el crecimiento no es ilimitado.
Y la turbulencia ha hecho que el Ejecutivo entienda que su popularidad nos es tan fuerte como suponía, y comience a pensar más en gobernar en el 2013 que en el 2016. Probablemente se aceleren con ello las inversiones del Estado y se den más facilidades a las inversiones.
Y, por fin, el Legislativo ha sentido el golpe de las críticas, pues está solucionando temas largamente encarpetados. La Ley del Servicio Civil y la elección inminente de los miembros del Banco Central de Reserva (BCR), la Defensoría del Pueblo y el Tribunal Constitucional (TC) son excelentes noticias de una tendencia que quizás no se hubiera presentado sin la turbulencia actual.
Pareciera que nos estábamos malacostumbrando al crecimiento sin sorpresas y las graves amenazas que se están presentando para la economía y la sociedad nos ayudan a ponernos más alertas.
Felizmente se ven también cambios positivos en los mercados globales y en los actores internos, que vislumbran oportunidades que podrían compensar en algo dichas amenazas. Estemos también alertas para aprovecharlas.
Aparentemente, sí es cierto eso de que no hay mal que por bien no venga.