Algunos dicen que los peruanos siempre nos quejamos, pero nunca nos ponemos de acuerdo para hacer las cosas. Felizmente lo que se ve hoy en el terreno de la educación muestra que están muy equivocados.
La historia empezó hace años cuando los gobiernos dejaron de invertir en educación, quizá porque sembrar en los niños demora en dar réditos políticos. Más impactante era construir caminos, represas o edificios de colegios sin nada relevante adentro. Las consecuencias se vieron luego cuando los profesionales no encontraban trabajo en sus carreras, las empresas no conseguían personal preparado y las pruebas internacionales decían que nuestros estudiantes no sabían ni leer ni sumar.
Y allí, cuando se hizo evidente un problema educativo, todos cambiamos de actitud y comenzamos a remar en la misma dirección.
Aparecieron entonces iniciativas como Empresarios por la Educación, programas para mejorar la comprensión lectora y las matemáticas auspiciados por bancos, iniciativas público-privadas para colegios, y los CADE dedicados al tema educativo. Y se fundaron escuelas, universidades, institutos especializados y centros de posgrado, innovas, upns, ucs, pachacútecs y centrums, con certificaciones y estándares internacionales, que de paso obligan a mejorar a las instituciones de menor nivel que florecieron en la escasez. Y, siguiendo el ejemplo solitario de Fe y Alegría, se vieron proyectos como UTEC, el mayor aporte filantrópico en educación en el Perú en casi un siglo.
Paralelamente, el Ministerio de Educación tomó por las astas el toro de la calidad docente y planteó evaluaciones y recompensas a los profesores en función de méritos. Y si al principio la oposición sindical fue importante, los maestros vieron que la situación era insostenible y aceptaron los retos de su vocación. Hoy hace ya dos años que no vemos sus acostumbradas huelgas.
Y se crearon los colegios mayores y Beca 18, para dar a los mejores alumnos oportunidad de ejecutar todo su potencial. Se pusieron reglas más estrictas para la enseñanza superior, discutibles y mejorables, pero que muestran que el cambio va en serio. Y el Ministerio de Trabajo y los gremios empresariales empiezan a estudiar las necesidades laborales en el país, para ayudar a los estudiantes a escoger mejor sus profesiones.
Y detrás de ello los medios de comunicación colaboran con información sobre calidad educativa, enfocándose, cosa rara en algunos, en la parte positiva de lo que pasa. Y mientras RPP premia a los mejores maestros, las telefónicas fomentan que los niños estudien en lugar de trabajar y desarrollan comunidades académicas. Y se ven múltiples iniciativas más que me disculpo por no citar integralmente aquí.
Y así los padres de familia responden enviando a sus hijos a clases puntualmente. Y los niños aceptan recortar un mes de vacaciones y van a sus colegios con una sonrisa. Y aunque falta mucho por hacer, empieza a generarse un círculo virtuoso, certificado por mejores resultados de nuestros jóvenes en las pruebas internacionales.
Eso porque todos los peruanos decidimos luchar, en vez de solo criticar y echarnos a llorar por el problema educativo. Salvo por cierto los muy pequeñitos, que siempre lloran en su primer día de clases.