Así como existen los ‘nativos digitales’, que son diferentes de quienes nacimos antes de la evolución de la informática, en la sociedad peruana podemos encontrar a los que llamaremos ‘nacidos optimistas’, que son distintos a quienes crecimos en épocas de crisis. Esto estaría creando un divorcio generacional que deberíamos evitar.
Los nacidos no digitales ni optimistas somos los que vivimos los peores años de la historia peruana moderna y crecimos temiendo que cada día pase algo peor. Aquellos para quienes las oportunidades eran escasas y nos cuidábamos mucho de arriesgar el perderlas.
Los nacidos optimistas son quienes como adultos solo han visto un país en crecimiento. Crecieron con Internet, no temen mostrar sus éxitos en Facebook, miran el futuro con confianza, y si algo les sale mal, hacen ‘game over’ y comienzan de nuevo.
Felizmente, muchos de los no nativos digitales se dieron cuenta de los cambios del mundo y se pusieron a entender las nuevas tecnologías, computadoras, Internet y softwares. Y por el lado social también muchos vieron que el mundo pesimista en el que crecieron cambió, y que para aprovechar las nuevas oportunidades debían pensar distinto.
Pero hay otros que no han percibido esos cambios. Por ejemplo, analistas económicos que continúan midiendo solo la pobreza porque no saben medir el bienestar, y que siguen haciendo sus proyecciones como si continuaran los tiempos de crisis, hiperinflación y diferencias sociales crecientes. Y especialistas de las ciencias sociales que siguen usando exclusivamente la óptica de conflicto y la lucha de clases con que se formaron, y que por ejemplo, ante los éxitos de los migrantes hablan de revancha, en lugar de integración social.
Hay también políticos que siguen pensando que continúan las izquierdas y derechas del siglo pasado, y que si llegan al poder se desconciertan porque solo saben oponerse a él y no ejercerlo. Y periodistas que la única noticia que conocen es la de la violencia y el escándalo, y que ni imaginan que la buena información, bien analizada, también puede vender.
No se trata por cierto de mala intención, sino de personas que no han sabido enfrentar la inercia del tiempo, y que creen que su función principal es alertar a las nuevas generaciones sobre lo malo que puede pasarles.
Pero mientras ellos miran el pasado, los jóvenes, y los mayores que se han actualizado, están pensando en impulsar el bienestar presente. Así, ya hay economistas que están generando modelos para mejorar la cooperación entre las empresas y la sociedad. Y nuevos sociólogos que están buscando cómo integrar a los diferentes vecinos en la nueva sociedad urbana. Y políticos jóvenes de espíritu que están preocupados en entender sin prejuicios a los votantes de las nuevas clases medias. Y periodistas que están creciendo al difundir las noticias positivas que ven diariamente en sus exitosos tuits, face y blogs.
Quizás agradecen las advertencias de los tradicionales, pero eso no los detiene en su camino hacia adelante.
En fin, los que nacimos antes de la generación digital y optimista, tenemos dos caminos. Uno, seguir pensando que nada ha cambiado y dejar que la historia nos pase por encima, o dos, ponernos al día –“aggiornarnos”– a la nueva situación tecnológica, económica y política de la sociedad, para ayudar a empujar el carro de esta historia.
Publicado por El Comercio, 9 de agosto del 2013