Comentario de Lampadia
Muy bueno el planteamiento de Rolando Arellano sobre que no es mejor momento para la suerte de los Panamericanos.
En cuanto a la propuesta de Roque Benavides se ha hecho un carga montón a una opinión que consideramos hecha de buena voluntad como una reacción al nivel de desgracia que estamos sufriendo los peruanos.
Un elemento adicional a considerar sobre el tema de los Panamericanos que no se ha mencionado en ninguna parte es el vinculado al comportamiento de los seres humanos durante las olimpiadas y los Panamericanos (una olimpiada regional), como hemos destacados anteriormente en IPAE, cada 4 años durante las olimpiadas se produce un momento sublime en que la competencia de los deportistas no desune sino hermana, los perdedores celebran tanto como los ganadores, es un espacio en la vida de la humanidad donde se destacan los mejores valores de hombres y mujeres. El Perú nunca tendrá oportunidad de hacer una olimpiada por lo tanto nunca podemos vivir ese momento mágico en nuestra tierra, los Panamericanos son los que más se le acerca y aparte de todas la consideraciones expresadas a favor de ello, no podemos dejar de considerar lo que represente ese paréntesis en la dura vida las personas expresada por el mejor comportamiento de los seres humanos que solo se repite por pocos días cada 4 años.
Ver artículo de Lampadia: El Espíritu Olímpico está por encima de nuestras diferencias
El Comercio, 20 de Marzo de 2017
Como muchos peruanos, en los últimos días se han incrementado mis dudas sobre si se debe ayudar a los damnificados por los huaicos o usar ese dinero para los Juegos Panamericanos. Sin embargo, más allá de los argumentos que se escuchan en pro o en contra, creo que tomar una decisión al respecto en medio de la tragedia que estamos viviendo es la peor forma de hacerlo.
¿Qué cree el lector que contestaría una persona con fiebre muy alta si le pidiéramos que decida si prefiere que el gobierno invierta más en medicinas o que lo haga en educación? Casi sin ninguna duda su respuesta será la preferencia por más medicamentos. ¿Y qué pasaría si alguien planteara hoy recortar 30% del sueldo a los intelectuales, profesores universitarios y autoridades, para con ese ahorro reconstruir más rápidamente escuelas y puentes? Si el pueblo sacara cuentas del interesante monto que ello significaría, podríamos apostar a que la respuesta mayoritaria sería positiva.
Aunque parezca nueva, esta discusión existe desde los inicios de las civilizaciones y con argumentos similares. No se puede negar, por ejemplo, que tienen mucha razón quienes señalan que es más importante eliminar la pobreza (causada por los desastres actuales) que fomentar el deporte (con los Panamericanos). Y ciertamente existen razones válidas para plantear que se debe privilegiar lo indispensable (en este caso puentes y escuelas) a lo aparentemente superfluo (la organización de los juegos). Y no dudo de que tiene sentido el pensar que entre las matemáticas y el deporte debe preferirse a las primeras.
El problema es que con esos mismos criterios se podría pedir que, mientras haya pobres en nuestro país (hoy lo son 1 de cada 5 peruanos), se debe dejar de hacer parques y jardines, prohibir la moda y cerrar las escuelas de arte. Y si entendemos que comer y estudiar son más importantes que hacer deporte, también sabemos que una mente sana funciona mejor en un cuerpo sano, y desde hace dos mil años escuchamos a Jesucristo decir que no solo de pan vive el hombre. A menos que pensemos, como en la revolución cultural de Mao Zedong, que se debe enviar a los poetas (hoy serían psicólogos, economistas y otros intelectuales) a cultivar arroz, para “que hagan algo útil a la sociedad”.
En fin, tantos argumentos en pro y en contra quizás ameriten que la decisión de organizar los Panamericanos se discuta nuevamente. Pero lo que sí resulta claro es que tomar esa decisión en medio de la tragedia que vive el país y sin tener aún datos exactos de su magnitud es, por decirlo amablemente, poco razonable. De hecho, una decisión tomada así, hoy, valdría tan poco como un documento firmado por la persona afiebrada del ejemplo que pusimos más arriba.