La mayoría se equivocó en el referéndum que convocó Pilatos, que pidió al pueblo que decida si liberaba a Jesús o a Barrabás.
Los grandes cambios de la historia están marcados por la protección de las minorías y por líderes que se oponen a las ideas establecidas. Creemos que esta misma idea debiera guiar la discusión sobre el tema de la unión civil de personas del mismo sexo.
La historia del mundo está teñida por diferentes tipos de discriminación contra las minorías y los más débiles. Así, durante siglos parecía natural la existencia de nobles, que tenían el privilegio de mandar, y de plebeyos, que debían obedecer. También la idea de que algunas razas eran superiores a otras, y por tanto tenían el derecho de esclavizarlas o eliminarlas. Y el caso más evidente de discriminación ha sido sin duda el de la superioridad de los hombres frente a las mujeres.
No se piense que en esos casos la mayoría que tenía el poder sabía que estaba en falta y que abusaba de su situación. No. Lo más común era que, con buena voluntad, ella creía que tenía razón. Argumentos no faltaban. “Los nobles han recibido la orden de Dios para guiar y mantener al pueblo, que no sabe lo que le conviene”. “Hay evidencia científica de que los arios son más inteligentes que otras razas”. “¿No dice la Biblia que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y a la mujer, para acompañarlo?”. Tras siglos de repetir e imponer ideas como esas, era normal que la mayoría las creyera firmemente.
Por tanto, si Bolívar o San Martín no se hubieran arriesgado a la excomunión que les prometía la Iglesia por oponerse al sacrosanto derecho del rey de España, hoy seguiríamos siendo colonia. Y sin luchadores como Martin Luther King, que se enfrentó a la mayoría blanca, hoy no habría un presidente negro en Estados Unidos. Felizmente, ejemplos de esos grandes líderes hay más. Por el contrario, a los que nadie recuerda, es a los dirigentes que se conformaron con seguir la corriente de la opinión de las mayorías.
En el caso de los derechos civiles de personas del mismo sexo ocurre algo similar. Aparecen ideas como que “la homosexualidad es antinatural”, sin que nadie enseñe que ella no es una opción, sino que fue justamente la naturaleza la que los hizo así, como hizo heterosexuales a otros. “Son escandalosos”, se afirma, sin que se sepa que los afeminados son solo una pequeña porción de este grupo, y que la norma son homosexuales hombres y mujeres insertos en la sociedad de la manera más correcta: militares, secretarias, gerentes, abogados, curas y monjas. “Fomentan la homosexualidad”, dicen también, sin pensar que, evidentemente, los homosexuales son en general hijos de heterosexuales. O “quieren casarse”, cuando ese no es su pedido –que merecería discusión mayor– sino tener derechos básicos de convivencia.
En fin, debemos entender que es explicable que nuestra sociedad tema dar a esta minoría los derechos que le corresponden. Pero debemos entender también que el que las mayorías piensen así no significa que tienen razón, y que es deber de sus líderes el guiarlos para avanzar hacia una justicia para todos.
No olvidemos que en estos días de Semana Santa se cumplen casi 2.000 años del más importante referéndum de la historia cristiana, donde indudablemente la mayoría se equivocó al optar. El que convocó Poncio Pilatos cuando pidió al pueblo que decida si liberaban a Jesús o a Barrabás.