Por: Rolando Arellano
El Comercio, 6 de febrero del 2024
“¿No sería lógico que se consideren los efectos negativos de una protesta?”.
Alrededor del año 300 a.C., el rey Pirro de Épiro venció a los ejércitos romanos, perdiendo para ello decenas de miles de soldados. De allí el nombre de victoria “pírrica”, en la que el vencedor pierde a veces incluso más que el vencido. Eso pareciera ser el caso de muchas de las protestas en el país, como las de Conga, Tía María y la reciente por los boletos a Machu Picchu.
¿Cuál es la lógica de una protesta? Evidentemente salir de una situación no deseable para conseguir una mejor. Si ese es el caso, ¿cómo se justifica que en Cajamarca y en el valle del Tambo se movilicen para parar los proyectos de Conga y de Tía María, sin tener alternativas que les traigan desarrollo? Ganaron la batalla contra la inversión, pero la población perdió bienestar.
¿Cómo se explican situaciones incluso peores, como cuando, para reclamar contra el gobierno de la presidente Boluarte, puneños y ayacuchanos, entre varios otros, quemaron vehículos, edificios públicos y malograron aeropuertos que básicamente les sirven a ellos? ¿Y qué lógica tienen las paralizaciones, que perjudican más a las familias más pobres de esas ciudades?
Más allá de si la protesta es exitosa, ¿no sería lógico que se consideren también sus consecuencias negativas de mediano y largo plazo? ¿Cuántos inversionistas pensarán dos veces para invertir en Puno o en Juliaca al observar los destrozos contra la propiedad? ¿Cuántas operadoras dejarán de recomendar al Perú luego de que el mundo vea el maltrato a los turistas en Machu Picchu? ¿Cuánto se envalentonará la delincuencia al ver que el pueblo ataca a sus policías? Y no se debe creer que dichas acciones generan simpatía en sus conciudadanos, pues todos saben que una menor inversión en una zona disminuye la recaudación que daría bienestar para todos.
No se entienda que se busca aquí desmerecer la protesta pacífica, que es un derecho ciudadano. Tampoco se pretende analizar si los reclamos son o no justificados, que merecería mucho mayor espacio. El objetivo central es llamar la atención sobre la manera de hacerlo que, más allá de éxitos efímeros, terminan perjudicando a todos, empezando por los mismos que protestan.
¿Que no hay formas de protesta efectivas con menor perjuicio social? El menor perjuicio será siempre negociar al máximo antes de confrontar, pero las “buenas” protestas no son imposibles. ¿No hubiera sido más noticia mundial si la protesta daba entrada gratis a los turistas a Machu Picchu? Sin duda los lectores encontrarán opciones más creativas. También debieran buscarlas los dirigentes que, en vez de solo cuidar sus intereses, debieran evitar que su pueblo pierda mucho más que lo que gane, como el ejército de Pirro hace 2.300 años. Les deseo una gran semana.