El masivo rechazo a las manifestaciones racistas surgidas luego del deceso de la cantante Edita Guerrero, del grupo musical Corazón Serrano, confirma que el Perú está reconociendo cada vez más su origen andino. Y confirma también, contra lo que parecería evidente, que el racismo en el país está pasando de moda. Veamos las razones.
Sorprende gratamente que unas pocas frases racistas de gente que se escondió en el anonimato de Internet (quizá porque así ocultan su origen racial) hayan originado infinidad de mensajes de protesta y declaraciones en medios. El racismo contra los indígenas no es novedad, pues existe desde la Colonia, pero lo que sí es reciente es la protesta abierta y multitudinaria contra él. ¿No dejaron entrar a un peruano típico al cine? Miles de tuits y protestas. ¿No les quisieron vender ropa de “marca”? Grandes portadas en periódicos y revistas.
También se observa, como dice el psicoanalista Jorge Bruce, que antes quien se sentía lesionado en razón de su raza procuraba ocultarlo, para que no se evidenciara su origen. Hoy la gente ha superado el temor de denunciar una segregación y levanta la voz si se le discrimina. Por eso el solo hecho de protestar por el maltrato es un gran avance. Cholo soy y no me compadezcas, ni me discrimines.
Es interesante ver además que la agrupación de la cantante fallecida asumió sin complejos el nombre Corazón Serrano. Quizá Santiago Alfaro, estudioso de estos temas, conozca alguno, pero yo no recuerdo a cantante o grupo peruano exitoso autodenominado así. Conocía desde Picaflor de los Andes o Pastorita Huaracina hasta Los Shapis, Karicia o Grupo 5, pero ¿‘serrano’ como nombre? Nunca. Y quizá debido a ese orgullo de mostrar su origen andino, el grupo tuvo un éxito fulgurante. Como anécdota, hace años mi mamá Carmen, piurana de 92 años, cuando veía a alguien blanco y de ojos verdes decía “parece serrano”, pues había muchos así en la sierra de Piura, lugar de origen del grupo en mención.
No quiero decir aquí que el racismo no exista más, pues se observa en el día a día. Se ve en diversos aspectos, como en el empresarial donde un estudio de Galarza y Yamada encuentra que se prefiere contratar a gente caucásica y de apellido europeo, y también en el deportivo, como la vergonzosa agresión a un jugador de raza negra en Huancayo. Pero eso se observa igual en casi todo el mundo, donde el tipo ario es el modelo dominante de belleza. Lo interesante ahora es que en el Perú ese racismo ya no puede expresarse tan abiertamente.
No puede expresarse por razones legales, que son relativamente recientes, pero sobre todo por razones sociales. Por ejemplo, si hace unos años era común usar la palabra ‘serrano’ como despectivo, hoy solo la usan así personas bastante mayores y con complejos de larga data. Para los jóvenes, el término ya no es un insulto, sino una simple denominación de origen, pues todos tienen un abuelo, pariente o amigo cercano de ese origen.
En fin, ser racista ya no está de moda, y si usted conoce a alguien que no se convence de las ventajas de tener un pueblo unido y orgulloso de su origen, al menos recomiéndele que cuide sus expresiones, si no quiere quedar mal, o que adivinen su edad.
Publicado en El Comercio, 17 de marzo de 2014.