Nos alegra que Hernando de Soto trate el tema de la nueva clase media (NCM), que es como bautizamos hace algunos años a ese nuevo sector social de los países latinoamericanos. Entendemos la sutileza de su análisis, pero creemos que decir que esta se origina en la lucha de los campesinos contra Sendero Luminoso, que atacaba sus aspiraciones de propiedad y desarrollo, es demasiado osado. La NCM es un fenómeno más reciente y de origen urbano.
En México, Colombia, Brasil y el Perú, entre otros países, la historia comienza con la llegada de millones de campesinos a las ciudades, huyendo de la pobreza, la violencia y las políticas económicas que favorecían solo a las grandes urbes. Así, entre 1960 y 1990 toda América Latina pasó de 50% a 75% de población urbana, el mayor cambio en las regiones del mundo (ver Arellano “Al medio hay sitio”, Lima: Planeta, 2010). En el Perú, que tiene 78% de gente viviendo en ciudades, el éxodo empezó después de la reforma agraria y continuó luego por la violencia de Sendero Luminoso.
Solo al llegar a las ciudades, cuando las clases altas y medias tradicionales les impidieron el ingreso y los ignoraron comercialmente, se empezaron a dar tres características que ayudarían a convertirlos en clase media (CM). Primera, la propiedad de vivienda, ya que, al tener que asentarse en la periferia de las ciudades, se hicieron dueños de terrenos que nadie reclamó por considerarlos sin valor. Segunda, posibilidad de crecimiento económico, pues al no recibir oferta de las empresas formales debieron generar empresas para producir los bienes y servicios que necesitaban. Tercera, mayor bienestar, porque al estar fuera del círculo económico tradicional afrontaron menores costos de vida. Ello los llevaría luego a tener capacidad de gasto discrecional (más allá de sus necesidades básicas) y a adquirir un sentimiento de autoestima social, que terminan por definirlos como clase media.
¿Y por qué hablar de NCM y no simplemente de CM? Porque en nuestros estudios vimos que, con un ingreso similar, hay dos tipos de CM: la clase media tradicional (CMT) y la NCM. Por ejemplo, mientras la CMT es guardiana de la cultura tradicional de la sociedad y aspira a parecerse a las clases altas (de quien dependen sus ingresos), la NCM piensa diferente. Dado que vive y ha crecido fuera del círculo económico y social de la ciudad tradicional, no tiene por qué imitar a las clases altas y más bien diseña su propio camino: criterios musicales, modas y formas de convivencia. Por ello la denominamos también clase media divergente en lugar de clase media emergente (ver Arellano “Valores e ideología: el comportamiento político y económico de las nuevas clases medias en América Latina” en “Clases medias y desarrollo en América Latina”, Barcelona: Cepal-Cidob, 2008). Así, en nuestros estudios la CM peruana representa el 57% de la población urbana, de la cual 39% es NCM; y 18%, CMT.
En fin, es cierto que algunos integrantes de la NCM tienen raíces serranas. Podría también ser válida la hipótesis de que el sentimiento de propiedad campesino haya sido un factor en la derrota de Sendero Luminoso. Pero de allí a concluir que el más importante fenómeno urbano de nuestra sociedad reciente nació en Ayacucho, hay un salto lógico demasiado grande.
Publicado en El Comercio, 07 de abril de 2014.