Querido amigo Hernán. En tu correo me preguntas desde Colombia por qué, a pesar de las noticias muy positivas que ves sobre el Perú, la inversión privada está lenta y los consumidores peruanos están postergando su gasto. Me dices que eso ocurre en los países con indicadores críticos como alta inflación, bajos ingresos, devaluación, derroche fiscal o dictaduras, y me preguntas si eso pasa aquí. Mi respuesta es que, aunque tenemos problemas inmensos, la explicación no viene de ese lado.
Aquí la inflación está en 3%, una de las más bajas de la región, y aunque las exportaciones disminuyeron por el precio de los metales, estos aún son sostenibles para el sector minero. Además no producimos petróleo, por lo que su baja de precio nos favorece. Y si bien un dólar más caro nos chocará, la fuerza de nuestras reservas nos ayuda a limitar el problema, y hasta puede impulsar nuestras exportaciones agrícolas.
¿Tal vez nuestro gobierno no es democrático? Es un gobierno ineficiente, pero hay autonomía de poderes y libertad de expresión. Y el Ejecutivo respeta la hoja de ruta a la que se comprometió, variando su propuesta de campaña, que hubiera eliminado el crecimiento. ¿Corrupción? Muchas sospechas y acusaciones, pero no mayores a las de gobiernos pasados.
¿Será que estamos derrochando recursos fiscales? Hay gastos discutibles en subvenciones y proyectos estatales, pero aun así tenemos las mayores reservas de la historia, y el nuestro ha sido nombrado el mejor banquero central del mundo. ¿Quizá somos hostiles a las inversiones? Aunque las empresas tienen grandes problemas para funcionar, analistas diversos nos sitúan primeros en América Latina en facilidades para la inversión, y dicen que nuestro PBI tendrá el mayor crecimiento del continente. Te confieso que nos es difícil creer tanta belleza (pese a que “The Economist” señale que Lima es una de las ciudades más seguras de la región), pero eso es quizá porque solo nos miramos al ombligo, sin ver lo que pasa afuera.
¿Y por qué entonces el Perú está medio parado? En parte por la falta de facilidades al funcionamiento empresarial, que existe desde siempre y no podría explicar todo el problema actual. También por la miopía, o la mala intención, de políticos que generan escándalos aprovechando faltas y debilidades del gobierno, creando incertidumbre creciente en empresas y consumidores. Y, además, por el silencio de las personas de buena voluntad que dan así un respaldo tácito a las autoridades ineficientes y a los políticos escandalosos, dejando que el círculo vicioso de eventuales crisis crezca y amenace convertirse en pánico.
¿Y cómo harán para salir de allí?, me preguntas. Entendiendo que hay un gran problema de expectativas y que el gobierno y los políticos difícilmente cambiarán solos, el primer paso deberían darlo los empresarios, académicos serios, periodistas, líderes de opinión y personas informadas como las que leen esta columna. Si ellos comenzaran a expresarse abiertamente, y mostraran más datos realistas y desapasionados de nuestro país, podrían contrarrestar el injustificado y nocivo pesimismo actual. Y eso debe ocurrir ya. No es lo ideal, querido amigo, pero está en nuestras manos y ¿no es más realista que la inacción? Ya te contaré.