Dr. Rolando Arellano C. ARELLANO Consultoría para crecer. CENTRUM Católica.
Los cambios tecnológicos trastocan el viejo paradigma de que los hijos deben aprender de sus padres tanto los conocimientos útiles como las buenas costumbres. Eso porque la avalancha de cambios tecnológicos del siglo XXI hizo que cada día que pase, la ventaja de los mayores disminuya frente a los jóvenes.
Así la consideración entre adultos y ancianos cambió, porque quien más tiempo ha vivido resulta menos útil. Por eso en los países tecnológicamente más avanzados se envía a los mayores a casas de reposo (sus conocimientos están más desfasados), mientras que en los menos avanzados son jefes o figuras a cuidar, ya que su experiencia es (todavía) útil.
Pero hoy esa situación se da ya entre los jóvenes adultos y sus hijos menores, pues el papá de 39 años que se creía muy “techie” por su Facebook, ve que sus hijos de 12 la consideran «una red es de viejos», pues ellos viven en tiktok y otras más recientes. Y la mamá de 26 percibe que su hijos de 4 y 7 manejan mejor que ella el televisor y el Zoom de sus clases a distancia. Corresponde a los mayores aceptar esa realidad y empezar a aprender el uso de la tecnología de los hijos, y no solo enseñarla como acostumbraban.
¿Toda la educación cambia entonces de manos? No, pues como los menores desconocen los fundamentos de los sistemas que usan, toca ayudarlos a entender las bases que aseguren la continuidad de la ciencia, para no quedarse en la repetición redundante. Y sin liberarlos de la obligación de enseñar a sus hijos los valores y las normas del buen vivir, les crea la tarea adicional de enseñarles el buen uso de esas tecnologías de cuyos límites y consecuencias negativas los jóvenes no siempre son conscientes.