Roberto Abusada
El Comercio, 15 de diciembre de 2015
A pocos meses de elegir un nuevo gobierno es difícil no deplorar el hecho de que como tantas veces en nuestra historia, el Perú haya perdido la oportunidad de producir un despegue económico espectacular aprovechando las extraordinarias condiciones externas vigentes hasta hace poco tiempo. Sólo hubiera bastado emprender unas pocas reformas económicas y haber lanzado los megaproyectos que han quedado truncos para haber transformado todo nuestro horizonte de progreso. El potencial de crecimiento sería sustancialmente más alto, nuestra productividad seguiría creciendo y junto con ella el empleo y los ingresos. ¿Qué nos ha sucedido y qué podemos hacer para reavivar el crecimiento?
Una evaluación del desempeño de nuestra administración pública nos puede dar luces para entender las razones detrás de esta nueva oportunidad perdida. Tenemos un Poder Ejecutivo con una clamorosa carencia de liderazgo y visión de futuro, un equipo ministerial sin cohesión interna; un Congreso de ínfima calidad caracterizado por el populismo, el conflicto y el escándalo; una administración central que ha abdicado de su rol rector de cara a los gobiernos locales y regionales y una burocracia que ha convertido al País en lo que antes en estas páginas he llamado la “República del Permiso.”
Lejos de tener un sistema político con simples pesos y contrapesos que garantice el control entre los poderes y eviten su concentración, tenemos hoy un Estado disfuncional donde el Congreso, los diversos ministerios, las instituciones reguladoras, los gobiernos locales y regionales y hasta los llamados “frentes de defensa”, tienen injerencia redundante legal o ilegal sobre las decisiones privadas y públicas. Servidores públicos y grupos de poder tienen hoy en efecto poder de veto sobre cualquier decisión pública o emprendimiento privado. Se ha creado una estructura enmarañada similar a la que definió Francis Fukuyama al describir las diversas instancias políticas sobrepuestas en distintos niveles de gobierno dentro del federalismo norteamericano que ponían en riesgo a la democracia convirtiéndola en algo que él definió “vetocracia.”
Tres ejemplos pueden ilustrar el grado de inoperancia en el que se encuentra nuestra administración pública.
Primero. Se sabe que la delincuencia ha ido en aumento y se ha identificado que gran cantidad de crímenes se orquestan dentro de los propios penales. ¿Es acaso concebible que luego de cuatro años de habérselo propuesto el gobierno no haya conseguido instalar bloqueadores de celulares en todas las cárceles del País? El resultado son cuatro años en que asesinatos, secuestros y extorsiones se originan en los penales ante la mirada de un Estado indiferente e inerme.
Segundo. La Línea 1 del Metro ha colapsado por falta de material rodante. El daño que el propio gobierno reconoce se está infligiendo a la población desde Villa El Salvador hasta San Juan de Lurigancho es enorme. El público espera en colas de más de una hora para poder transportarse de manera más rápida porque la alternativa es la de abordar uno o varios microbuses. Se requiere ampliar la cantidad de vagones y duplicar la cantidad de trenes, algo en que el gobierno y el concesionario están plenamente de acuerdo. Existe un Ministro de Transporte capaz y diligente pero aún así las coordinaciones con diversas instancias dentro del gobierno se hacen interminables y se prolongan por más de un año.
Tercero. Se sabe desde hace casi dos años que un requisito para la eliminación del visado para viajar a Europa es la emisión de pasaportes biométricos los cuales contienen en un chip la fotografía y las huellas digitales del portador. El Estado no ha podido concluir a tiempo un mero proceso de compra a pesar del vivo interés político puesto en este tema. Resulta que un simple proceso administrativo en el Perú ha resultado más complejo que el de toda la burocracia europea que debió coordinar acciones entre nada menos que 28 países. Mientras tanto los colombianos que iniciaron este proceso al mismo tiempo que nosotros, emiten desde setiembre los pasaportes biométricos y viajan sin restricciones a Europa desde el comienzo de diciembre.
Con este nivel de trabas que ni el Estado puede sortear, es de un particular humor negro hablar de resolver problemas verdaderamente importantes como el de la informalidad o la caída en la inversión.
Toda la maraña administrativa debe desmontarse por completo y diseñar desde sus cimientos una nueva, simple, efectiva, transparente y predecible estructura administrativa del Estado donde se elimine el irregular veto de un funcionario o grupo de presión a lo largo de lo que hoy es una interminable cadena de trámites.