El progreso económico del Perú en las últimas dos décadas ha sido notable. El producto bruto interno por habitante ha pasado de US$1.500 a US$6.700; la pobreza se ha cortado en más de la mitad, la desigualdad del ingreso ha disminuido y ha surgido una clase media que abarca ya a más un tercio de la población. La economía tiene, además, una solidez jamás antes lograda.
Pero el éxito económico del Perú en estas dos décadas se explica –aparte del logro de la paz interna– por seis razones que son difíciles de repetir:
1. El cambio del régimen económico, de un esquema estatista a uno de economía de mercado. 2. El manejo prudente de la macroeconomía que logró terminar con la hiperinflación. 3. La liberalización comercial y financiera con la consiguiente integración al mundo. 4. La migración de trabajadores con baja productividad de áreas rurales a la ciudad con empleos de mayor productividad. 5. La gran disponibilidad de moneda extranjera debido a la inversión en minería, energía, industria y agricultura de exportación. 6. El fuerte rebote en la producción luego de más de dos décadas de estancamiento que produjo la aventura estatista de 1968.
No tengo duda de que la economía peruana pueda crecer a tasas de entre 6% y 7% en los próximos años: solo basta mantener la política económica actual. Es difícil de decir si este proceso durará cuatro o siete años. Lo que sí es seguro es que, sin la aplicación de un activo proceso de reformas, el crecimiento se frenará irremediablemente. Cuando haya terminado esta etapa de crecimiento, nuestro ingreso per cápita habrá llegado a alrededor de US$10.000, unos US$14.000 medidos en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA). Para entonces, estaremos experimentando carencias extremas en recursos humanos e infraestructura física y el crecimiento se frenará. Este freno –llamado “la trampa del ingreso medio” y abundantemente explicado en la literatura económica– describe la situación de países que, habiendo crecido a tasas relativamente altas, son incapaces de mantenerlas en el tiempo y convertirse así en países desarrollados.
Todos los estudios realizados revelan una caída en la tasa de crecimiento que ocurre cuando estos países logran un ingreso por habitante de entre US$9.000 y US$18.000 medido en términos de PPA. De manera ominosa, los estudios revelan también que menos del 10% de los países que tenían aquellos ingresos (a precios actuales) hace medio siglo ha logrado escapar de esa trampa. Los casos de éxito más notables son los de Corea, Singapur, Taiwán y Japón.
Para entender mejor este fenómeno, debemos advertir que el crecimiento ocurre cuando inyectamos a la economía más capital y empleamos más trabajo, pero existe un tercer elemento que es la productividad.
La productividad en el Perú ha estado contribuyendo con cerca de 3 puntos porcentuales a la tasa anual de crecimiento gracias a las seis razones que he enumerado antes. No es posible mantener ese tercer elemento en constante aumento y, poco a poco, en ausencia de significativas reformas, irá disminuyendo.
Los salarios continuarán aumentando haciendo menos competitivas las exportaciones. Surgirán otros países recorriendo el mismo camino, ya entonces transitado por el Perú, que superarán nuestra estancada o declinante competitividad.
Los países que escaparon de “la trampa del ingreso medio” lo hicieron recurriendo a la innovación basada en la educación y la investigación científica, construyendo infraestructura física y reforzando sus instituciones, reformando sus mercados de trabajo y eliminando trabas al esfuerzo empresarial. Ello permitió el crecimiento de su productividad.
Su estructura productiva pudo seguir evolucionando hacia productos con mayor valor agregado y mayor componente de innovación.
Si queremos celebrar nuestro bicentenario como una nación que pueda vislumbrar con certeza que integraremos pocos años después el conjunto de países desarrollados, el reto de las reformas planteadas debe ser asumido hoy.
Tomado de El Comercio, 6 de febrero, 2013