Por: Rafael Venegas, Director independiente de empresas y senior advisor de Spencer Stuart
El Comercio, 8 de abril de 2019
¿Por qué hay corrupción generalizada? ¿Por qué hay delincuencia desbocada? ¿Por qué hay una enorme informalidad? ¿Por qué hay caos en el tráfico y en el transporte? ¿Por qué la justicia es lenta y desigual? ¿Por qué reina la impunidad? ¿Por qué hay un sistema de salud caótico? ¿Por qué el Congreso es una vergüenza? ¿Por qué las reglas para elegir favorecen a los que no deben ser elegidos? ¿Por qué se permite la destrucción del medioambiente por la minería, pesquería y tala de árboles ilegal? ¿Por qué hay un permanente atropello contra el derecho al bienestar de los ciudadanos?
Se dice que es porque hay abuso del poder o porque el poder está en manos de gente corrupta e incapaz. Ambas afirmaciones son ciertas, pero no es lo único. También es porque hay una tremenda falta de liderazgo y una ausencia total del principio de autoridad. Hay mucho poder mal usado y una total falta de liderazgo y autoridad, la combinación perfecta para la informalidad, la corrupción, la impunidad y el caos.
No soy filósofo, pero he leído algo acerca del poder y del liderazgo. Maquiavelo, Foucault, Weber y Nietzsche son los que más destacan, especialmente en el tema del poder. En cuanto al liderazgo, el tema se puso muy de moda últimamente, relacionándolo al ‘management’. El liderazgo es una característica muy necesaria, para un CEO eficaz.
No pretendo analizar toda esta teoría, que es producto de largos y sesudos estudios. Solo quiero dar mi opinión basada en la lógica y en la experiencia de muchos años de ciudadano a quien le han arrebatado su derecho al bienestar.
Las definiciones de poder y liderazgo son similares, pero a la vez, diferentes. El poder es la capacidad de ejercer un dominio hegemónico y autoritario, que permite a quien lo ostenta, cumplir con su propia voluntad, sobre uno o varios individuos. El poder es adquirido y por lo tanto temporal. Hay algunas excepciones como la monarquía, aunque incluso estas llegan a su fi n. El poder político y el de la fuerza tienen un período definido de duración. El poder económico también es temporal, aunque puede ser más largo y generalmente se va deteriorando generación tras generación. El caso es que la gran mayoría de personas que ostenta algún poder, se olvida de que es temporal y, creyendo que lo tendrán para siempre, hacen mal uso de él, caen en la codicia y otros vicios y así cumplen con el dicho de Maquiavelo: “el poder corrompe”.
Por otro lado, el liderazgo es algo natural, que poseen algunas personas, en su ADN. Este se define como una influencia o inspiración que se ejerce sobre grupos de personas, incentivándolas a que actúen con entusiasmo, para conseguir un fi n común. El líder se distingue del resto, inspira y no duda en tomar decisiones rápidas y generalmente acertadas.
La gran diferencia entre poder y liderazgo es que quien tiene poder usa las normas, el dinero o la fuerza, primordialmente para beneficio propio, mientras que al verdadero líder lo siguen naturalmente debido a su visión, su carisma y su decisión, para conseguir beneficios colectivos. Por eso al que tiene poder, le temen y hasta lo odian, mientras que al líder lo admiran y lo siguen.
El poder y el liderazgo no son excluyentes, pueden existir líderes que consiguen poder. Esto significa que también podrían caer en las garras de la codicia y el abuso.
Alguien con poder, pero sin liderazgo es peligroso, así tuviera buenas intenciones. Obviamente sería peor aun, si sus intenciones fueran malas. Por otro lado, alguien con poder y liderazgo, pero con malas intenciones, será siempre fatal. En esta categoría están los dictadores. La alternativa deseada es entregarle el poder a alguien probo, con liderazgo y con buenas intenciones.
¿Existen personas con estas características en nuestro país? Yo creo que sí las hay, aunque ahora mucho menos que antes. Entonces tenemos que encontrarlas, convencerlas y trabajar para que consigan el poder, a través de procesos ordenados, imparciales y limpios.
Todo esto también es perfectamente aplicable al mundo empresarial. Es necesario que quien dirige una empresa, no solo tenga el poder (que es el título), sino que debe ser un verdadero líder. La combinación perfecta para el éxito de la empresa es tener un CEO, que además de sus competencias profesionales, tenga una trayectoria comprobada de liderazgo y tener un buen plan estratégico. Esto es algo que los directorios deben tener muy en cuenta, al momento de elegir y evaluar a su CEO.
En resumen, está muy claro que los ciudadanos de este país venimos siendo despojados de nuestro derecho al bienestar, no solo por el mal uso del poder, sino también porque al mismo tiempo, hay una total falta de liderazgo y de principio de autoridad.
¿Cómo eliminar la corrupción y castigar a los corruptos? ¿Cómo desaparecer la cantidad de armas y así reducir la creciente delincuencia y el temor de la ciudadanía? ¿Cómo iniciar un verdadero proceso de formalización a todo nivel? ¿Cómo ordenar el tráfico y el transporte y así devolverle varias horas de vida perdidas a la ciudadanía? ¿Cómo devolverle al Congreso su prestigio? ¿Cómo evitar la destrucción del medioambiente? ¿Cómo devolverle el bienestar a la ciudadanía?
La respuesta a todo esto es: consiguiendo verdaderos líderes, probos y de buenas intenciones, que puedan ostentar el poder y lo sepan usar de manera justa y positiva.
¡Nos han arrebatado el bienestar, pero aún podemos elegir con inteligencia!