Rafael Rey Rey
25 de agosto, 2023
Para Lampadia
Es un deber legal, pero sobre todo moral, no confundir opinión con información. Las opiniones son subjetivas y son multitud los temas sobre los que toda opinión es lícita. Pero los hechos, son objetivos. Por eso, cuando se opina sobre algo comprobable, la responsabilidad -frente a quien va dirigida la opinión- obliga a verificar antes la realidad.
Un periodista tiene derecho a decir que Rafael Rey no es de su simpatía, o que le gustaría que la Constitución permitiera los monopolios. En cambio, no tiene derecho a decir que tengo 95 años, o que la Constitución permite los monopolios. Y no lo tiene porque antes de afirmarlo, aun como opinión, podía haber comprobado objetivamente la realidad, acudiendo a mi partida de nacimiento y al texto de la Constitución.
Hay que defender y respetar el “derecho a la información” recordando que éste tiene una parte activa y otra pasiva. La activa o derecho a “informar”, al que nos referimos cuando hablamos de libertad de prensa o de expresión, que corresponde a cualquiera que desee opinar o informar. Y la pasiva o derecho a “ser informado” que corresponde al que lee o escucha una opinión o información. Si lo que se trasmite no corresponde a la realidad, se atenta contra el derecho de los demás a ser correctamente informados.
Por otro lado, la verosimilitud no es suficiente razón para dar un hecho por cierto. Si se puede comprobar la veracidad de algo, el periodismo debe hacerlo antes de informarlo. Así, si un medio desea dar a conocer dos versiones contrarias sobre algo objetivo, lo responsable es verificar antes ese “algo”. De ese modo, al dar cuenta de ambas versiones, puede, a la vez, hacer ver cuál de ellas corresponde a la realidad y cual no. Si una versión afirma que un documento público dice BLANCO y la otra versión afirma lo contrario, es decir que dice NEGRO, el periodismo debe verificar el documento y, al dar a conocer ambas versiones, advertir a su público que se ha comprobado que lo dice el documento dice es, por ejemplo, BLANCO.
Se cumple así con informar sobre la existencia de las dos versiones contradictorias, pero a la vez se informa lo que objetivamente es la verdad, al margen de la simpatía que se pueda tener para con quienes las sostengan. Así se permite a la gente identificar quién miente y quién informa correctamente. Cuando el periodismo incumple su deber, contribuye a la manipulación de la opinión pública. De eso aprovechan los demagogos.
Por el bien del país, el periodismo debe entender la responsabilidad que le corresponde de informar con apego a la realidad. Informar, no desinformar. Hacer pensar, no manipular.
Qué acertada es la distinción que hizo el político español Felipe Gonzales ante una periodista que le preguntó qué pensaba sobre lo que decía “la opinión pública” sobre cierto asunto: “Vamos a ver. ¿Me pregunta usted por lo que dice la opinión “pública”? ¿O por lo que dice la opinión “publicada”? Lampadia