Por Rafael Rey
(El Comercio, 23 de julio de 2015)
De las supuestas siete estrofas oficiales del himno nacional, la primera resultó apócrifa. La sexta fue oficialmente eliminada por una comprensible súplica de España. La tercera, la cuarta y la quinta contienen frases que o bien pueden resultar ofensivas o bien expresan sentimientos de inferioridad, humillación o venganza. Solo la segunda y la última expresan sentimientos patrióticos sin esos inconvenientes.
Durante años, al entonar el himno nacional, además del coro se cantaba la estrofa que decía que por largo tiempo el peruano oprimido había arrastrado una ominosa cadena condenado a una cruel servidumbre, hasta que sacudió la indolencia de esclavo y levantó la humillada cervíz. Nos la enseñaban en el colegio como primera estrofa. Como he mencionado, resultó que era apócrifa. Pero aunque no lo hubiese sido, cada vez que cantaba esas frases me gustaban menos. Llegó el momento en que me negué a cantarla. Cantaba solo el coro. Así lo hice durante años. Pronto me di cuenta de que muchos hacían lo mismo y nunca encontré a alguien que estuviera conforme con esas frases. Se cantaba por costumbre pero a disgusto.
Un día asistí a una conferencia de José Agustín de la Puente Candamo, el prestigioso historiador peruano. El tema: “La identidad peruana”. El mensaje, probado con ejemplos y reflexiones, era muy claro: “El Perú no existiría sin el Imperio Incaico, pero tampoco existiría sin España. El Perú es una nación diferente tanto de España como del Imperio de los Incas. La identidad peruana se fue gestando en el mestizaje principal de ambas razas y culturas a las que, con el tiempo, se añadieron otras como la africana, la china, etc. Y es de ese mestizaje, que se manifiesta en nuestra riquísima cultura, en nuestras tradiciones, en nuestra música, en nuestra gastronomía y que nos ha hecho ser como somos, que debemos de estar orgullosos”. En esa realidad histórica no caben complejos. Ni antihispánicos ni antiincaicos. Tampoco anticristianos. Porque, aunque les incomode a unos pocos, es un hecho histórico objetivo que el cristianismo tuvo una influencia en la formación de la identidad peruana. No existe, pues, una crisis de identidad. Lo que existe es una crisis de conciencia de identidad. El día en que los peruanos dejemos de lado absurdos complejos y seamos orgullosamente conscientes de nuestra identidad mestiza seremos capaces de superar muchos problemas.
Siendo ministro de Defensa, una mañana de setiembre del 2009, reunidos con el estado mayor del Comando Conjunto, le comenté al presidente Alan García que algo debíamos hacer para cambiar la costumbre de cantar la estofa apócrifa. De inmediato estuvo de acuerdo. Dispuse entonces que en todas las ceremonias militares se cantara la última estrofa en lugar de la primera y apócrifa. Muy pronto diversas instituciones hicieron voluntariamente lo mismo y creo que para satisfacción de la inmensa mayoría de peruanos, ya se ha hecho costumbre.
Afirmar que la mención que en ella se hace del juramento al Dios de Jacob constituye un adoctrinamiento religioso disimulado es tan ridículo como afirmar que por esa mención el himno excluye a los no creyentes y expresa un complejo similar al de quien redactó la letra de la apócrifa estrofa, que felizmente ya no cantamos.