Por: Rafael Belaunde Aubry
Perú21, 30 de mayo del 2022
“Se requiere generar oportunidades como las que se derivarían de las obras propuestas, a efectos de empoderar a miles de campesinos”.
La resolución del conflicto limítrofe con el Ecuador implicó, entre otros, el compromiso del Perú de construir por territorio patrio acceso portuario al río Marañón desde la frontera entre ambas naciones.
Allí donde el río Zamora cambia de nombre y se denomina Santiago, existe el puesto fronterizo ecuatoriano Soldado Monge. Sugiero construir desde sus inmediaciones, pero, ya en territorio patrio, una carretera por la margen izquierda de ese río hasta la localidad peruana de Teniente Pinglo, localidad ubicada en la confluencia del río Santiago con el río Marañón. Esa eventual vía recorrería las faldas occidentales del escarpe cordillerano que separa la cuenca del Santiago Morona. Desde las inmediaciones de Teniente Pinglo, la carretera tendría que remontar el accidente geográfico mencionado, el mismo que es atravesado por el Marañón en el pongo de Manseriche, para descender luego hasta un punto navegable sobre dicho río. El esquema debería incluir la infraestructura vial necesaria para enlazar esa obra a la red ya existente en la margen derecha del Marañón, aguas arriba del pongo (Sta. María de Nieva y Estación 5 del oleoducto Nor Peruano).
Estamos hablando de unos 250 km en total, los mismos que, en adición a su finalidad pacifista e integradora, permitirían la colonización de unas 250,000 hectáreas susceptibles de albergar a decenas de miles de campesinos sin tierra.
El tramo propuesto atravesaría en sus extremos unos 10 kilómetros de la Reserva Santiago-Comaina cerca de la frontera y una longitud similar en el cruce hacia el llano amazónico. Por lo demás, atravesaría zonas de amortiguamiento que son totalmente compatibles con las actividades agropecuarias.
Otro proyecto de vital interés es el que implica enlazar Chazuta, al Este de Tarapoto, con Orellana, sobre el río Ucayali. Esto requiere la construcción de unos 130 kilómetros a lo largo de una llanura propicia para la agricultura. Como la distancia fluvial de Orellana a Iquitos es menor en 40% a la que media desde Pucallpa, la puesta en valor del embarcadero en Orellana facilitaría sustancialmente el flujo comercial hacia la capital loretana. Yurimaguas, que en el presente es la alternativa a Pucallpa para acceder a Iquitos, se ubica en el Huallaga, cuyo caudal solo permite la navegación de embarcaciones de reducido calado. La carretera a Orellana, en cambio, acercaría a Iquitos a la red vial nacional e incorporaría unas 250,000 hectáreas para campesinos sin tierra.
Así como en Amazonas, San Martín y Loreto existen posibilidades integradoras y colonizadoras tal como he expuesto, en Huánuco, Pasco, Junín y Cusco sucede lo mismo; de manera que la posibilidad de incorporar a la agricultura nuevas tierras cultivables es aún enorme.
Pero, para que el lema “No más pobres en un país rico” no sea una farsa cruel, sonora pero vacía, huérfana de contenido, se requiere generar oportunidades como las que se derivarían de las obras propuestas, a efectos de empoderar a miles de campesinos, convirtiéndolos en nuevos propietarios. Nuestra realidad agrícola demanda multiplicar las áreas labrantías, no dividirlas.
Claro que, para lograrlo, el gobierno tendría que enfrentar a ONG poderosas, decididas a oponerse a cualquier desarrollo en los trópicos con argucias ambientalistas y tendría que soportar el embate de la CEPAL, ese monstruo decidido a cercenar nuestra soberanía ambiental mediante el funesto acuerdo de Escazú. Esto último implicaría denunciar el entreguismo de los burócratas locales que, sometidos a los dictados de organizaciones internacionales mediante la oferta de prebendas contra entrega, se inclinan entusiastas por la claudicación ratificatoria. Las prebendas mencionadas se materializan en puestos de privilegio en la burocracia dorada internacional, tal como ha sucedido en situaciones análogas anteriores.
Y, para enfrentar todo eso, se requiere rectitud, convicción y firmeza. ¿La hay? Me temo que no. Sospecho que es más probable que quienes anteponen sus intereses subalternos o sus supersticiones climáticas al bienestar de nuestra población empobrecida frustren todo intento de progreso.