Por: Rafael Belaunde Llosa
Perú21, 20 de Noviembre del 2022
“Si bien los motivos para el desánimo y frustración abundan, aún no todo está perdido. En tanto preservemos nuestra democracia y orden constitucional, en nuestras manos estará, con el ejercicio del voto, enmendar el rumbo y reencauzar al Perú en la senda del progreso”.
La semana pasada, el MEF anunció una nueva rebaja a la proyección de crecimiento económico para este 2022. No fue una, ni fueron dos, fueron tres las revisiones a la baja. Esto sumado al nulo crecimiento de la inversión privada, débil expansión y pésima calidad de la inversión pública, patética ejecución presupuestal, paralizaciones de operaciones mineras y la nula existencia de grandes obras hacen prever un horizonte lúgubre (en el supuesto más optimista) y que el legado de Pedro Castillo será “más pobres en un país mucho menos rico” respecto a lo que recibió en 2021.
Si bien los motivos para el desánimo y frustración abundan, aún no todo está perdido. En tanto preservemos nuestra democracia y orden constitucional, en nuestras manos estará, con el ejercicio del voto, enmendar el rumbo y reencauzar al Perú en la senda del progreso. Si ello ocurre en 2026 o antes, dependerá de la impredecible política nacional y la sinuosa conducta de Pedro Castillo.
Sacando a Castillo, Cerrón, Perú Libre y a esa izquierda que formó parte de este inefable gobierno (sea por interés o convicción), nuestro país tiene grandes posibilidades y el futuro no tendría que ser más que prometedor. La Constitución actual tiene los candados suficientes para preservar la estabilidad macroeconómica y generar un entorno de predictibilidad y confianza. El potencial para captar nuevas inversiones en el campo minero, agroindustrial e infraestructura es muy grande. El espacio para concesiones, APPs y obras bajo el esquema gobierno a gobierno es enorme, paralizado hoy, pero enorme.
Asimismo, el Estado mantiene –aún– una gran fortaleza fiscal y la renta, básicamente minera, asegura un importante flujo de recursos, que un gobierno medianamente sensato y honesto podría movilizar en favor de los ciudadanos más necesitados, actuando con convicción y eficiencia en las zonas más postergadas, como, por ejemplo, el sur andino.
Para ello requerimos crecimiento económico sustentado en la inversión privada, un Estado eficiente y presente ahí donde se le necesite y que los peruanos nos sintamos incluidos dentro del mismo camino nacional, donde formar parte de la economía social de mercado sea posible al margen de la zona geográfica o condición socioeconómica en la que hayamos nacido. El Perú que queremos está al alcance de nuestras manos, de nosotros dependerá que no se nos escape… otra vez.