La distancia entre lo que el Gobierno de Boric ha podido hacer y el discurso de superioridad moral y técnica que tenía su generación cuando era oposición es abismante.
El Líbero – Chile
Patricio Navia
26 mayo, 2023
Si la evaluación se hiciera sólo por los anuncios de reformas que ha presentado el Gobierno, cualquier observador poco atento podría concluir que éste está siendo uno de los más transformadores de las últimas décadas en Chile. Pero como la evaluación final se hace respecto a los resultados y logros en estos 15 meses de administración del presidente Gabriel Boric, la única conclusión posible es que este está siendo un gobierno de enanos, tanto por su incapacidad para cumplir sus ambiciosas promesas como por su ineptitud para realizar las tareas básicas que implica ser Gobierno.
Ser enano en política es no estar a la altura de lo que se prometió ni de las expectativas mínimas que tiene la población respecto a lo que debe hacer un gobierno. La administración Boric llegó al poder con una agenda fundacional ambiciosa y desmedida.
Si bien es cierto que todos los gobiernos pecan de soberbia al iniciarse sus periodos -recordemos la frase de Sebastián Piñera aludiendo a que lo que la Concertación no había podido hacer en 20 años, su gobierno lo había logrado en 20 días- el Frente Amplio pecó de particular soberbia cuando dictó cátedra sobre lo mal que lo estaba haciendo el segundo gobierno de Piñera y lo fallido que había sido el modelo implementado por gobiernos de izquierda y derecha en Chile desde el retorno de la transición.
Aunque siempre es más difícil cuando hay que gobernar que cuando se puede criticar desde la galería -otra cosa es con guitarra- la distancia entre lo que el Gobierno de Boric ha podido hacer y el discurso de superioridad moral y técnica que tenía su generación cuando era oposición es especialmente abismante.
Uno de los mejores ejemplos fue la rapidez con la que se derrumbó el liderazgo de Izkia Siches, la ministra del Interior nombrada por Boric al asumir su administración. Después de haber usado irresponsablemente su tribuna como presidenta del Colegio Médico para criticar la respuesta del Gobierno a la pandemia del Covid-19, Siches tardó menos de una semana para hacer estrellar en el piso su reputación como ministra. La patética escena de su comitiva mostrando una bandera mapuche por la ventana de un auto cuando era repelida a tiros en La Araucanía en su primera visita a la región dejó en claro que este Gobierno no tenía dedos para el piano.
En los 15 meses de Gobierno que han transcurrido, la ineptitud oficialista, la falta de preparación, la superficialidad de sus lecturas sobre el país, la arrogancia de sus declaraciones y el exceso de errores no forzados han confirmado, una y otra vez, que no está a la altura del desafío y que no tiene capacidad para cumplir sus promesas.
Pero la fuerza de la realidad no ha sido suficiente para que el Ejecutivo retroceda en su ambición o para que corrija rumbo. En vez de recular y tratar de evitar seguir cometiendo errores, el Gobierno ha doblado la apuesta.
Aunque es evidente que el Gobierno, y también el Estado, son incapaces de poder asegurarse de que los estudiantes puedan asistir a las escuelas públicas y adquirir los aprendizajes más básicos, La Moneda se embriaga en el ambicioso sueño de convertir al Estado de Chile en un actor relevante a nivel mundial en la producción de litio. Aunque el Gobierno no es capaz de hacer valer el Estado de Derecho e imponer el orden en La Araucanía, Boric intenta dar lecciones sobre cómo otros gobiernos del mundo debieran defender los valores democráticos. Aunque el país está sobrepasado por una crisis de seguridad en las calles, Boric insiste en que su Gobierno quiere fortalecer la red de protección social. Aunque su Gobierno es incapaz de generar las condiciones para que el país crezca, Boric quiere impulsar la reforma más importante a las pensiones en 40 años.
En una semana, el presidente Boric dará su segundo discurso ante la nación y el Congreso. Aunque muchas personas no se molesten en escuchar lo que tenga que decir el egresado de derecho (que nunca fue capaz de terminar sus estudios y titularse), lo más probable es que el discurso termine replicando lo que ha sido la tónica de este Gobierno.
Boric, presidente de un Gobierno que no ha estado a la altura, un Gobierno enano, hablará como si su administración estuviera compitiendo por ser la que llega más alto en transformar al país.
La disociación entre la realidad de ser un Gobierno enano y las aspiraciones de ser un Gobierno de gigantes pudiera parecer hasta tierna si se tratara de un juego de niños. Pero como estamos hablando del Gobierno de la República, la incapacidad de Boric para verse al espejo y entender que el suyo es un Gobierno que no da el ancho debiera preocupar al resto del país. Después de todo, no hay nada más peligroso para una sociedad que sus líderes no sean capaces de entender a cabalidad sus fortalezas y sus debilidades.
Lampadia