Patricia Teullet
Perú21, 27 de enero del 2025
«En el Perú se vive con miedo por la inacción de quienes tienen la función de protegernos, como la Policía y el sistema judicial; pero también por la corrupción que en ellos se encuentra y también en la que impide que haya suficientes hospitales, médicos solventes y medicinas para brindar tratamiento en caso de accidentes o enfermedades», afirmó Patricia Teullet.
Cada vez más, en el Perú se vive (y se muere) con miedo. En los primeros 16 días de enero se han registrado 81 homicidios y, a medida que pasan los días, la cifra sigue subiendo. La naturaleza de los eventos que derivan en hechos criminales es amplia: desde los robos y asaltos hasta el derribamiento de torres de alta tensión en Pataz. El ataque con explosivos en varios lugares y el asesinato de un taxista y una joven acribillados también han destacado en las noticias. El sicariato y la extorsión se han normalizado.
En el Perú se vive con miedo por la inacción de quienes tienen la función de protegernos, como la Policía y el sistema judicial; pero también por la corrupción que en ellos se encuentra y también en la que impide que haya suficientes hospitales, médicos solventes y medicinas para brindar tratamiento en caso de accidentes o enfermedades.
En el Perú se vive con miedo porque la minería ilegal está cada vez más extendida y tiene recursos para comprar armamento y autoridades que la respalden, incluso dentro del Congreso. En el Perú se vive con miedo porque, siendo inocente, se puede ser víctima de un falso operativo y terminar en la cárcel sin tener cómo defenderse para ser liberado. En el Perú se vive con miedo porque no hay predictibilidad en las decisiones del Poder Judicial.
En el Perú se vive con miedo porque un par de fiscales otrora todopoderosos pueden acusar sin fundamentos, mandar a la cárcel o enjuiciar por años sin que haya un juez que frene el abuso, mientras que liberan sin acusaciones a quienes saben negociar su libertad mediante colaboraciones eficaces.
Se vive con miedo porque los accidentes de tránsito que causan lesiones y muertes son pan de cada día y no hay autoridades que pongan orden en el transporte; y se vive con miedo porque podría estarse en el lugar equivocado en el momento inadecuado, como aquellas víctimas de una bala perdida disparada durante un asalto.
Se vive con miedo porque cada vez son más los que no pueden poner un plato de comida a sus hijos, mientras que, con frivolidad, una presidenta, más preocupada por su apariencia física que por resolver los grandes problemas del país, dice que diez soles alcanzan para alimentarse, y los programas sociales que deben atender a los más pobres entregan productos en mal estado. Pero ella anuncia, cada vez que puede, que cada día estamos mejor y que desaprobar su gestión es mezquindad.
Y, cuando se mira hacia el futuro, se hace con poca esperanza. Lo que se espera como resultado de las próximas elecciones es incierto debido a la gran cantidad de movimientos, partidos políticos y candidatos postulando, y a la poca fe que se puede tener en las autoridades electorales. Nada permite anticipar cambios para mejor.
¿Qué hacer para poder perder el miedo? Quienes tienen la voluntad y los recursos para mejorar la situación del país deben organizarse en torno a una agenda mínima de puntos en común que apunten a acciones que permitan frenar la delincuencia y la corrupción. En pocas palabras, necesitamos que el próximo gobernante sea honesto y que al Congreso lleguen personas de mejor calidad. Esto no solo dependerá de quienes se presenten, sino también de la responsabilidad de nuestros votos.