Por: Patricia Teullet
Perú21, 20 de mayo del 2024
No se respetan las normas, no se promueve la inversión; se prefiere caer y quedar paralizados en ese estado en el cual nada importa ni merece el esfuerzo, mencionó la economista.
Hasta hace unos años migrar a las ciudades era una manera de reducir la pobreza. La cercanía a los servicios y mercados lo hacían posible. Hoy, las estadísticas de pobreza muestran que eso ha cambiado y que la pobreza urbana ha aumentado, trayendo consigo incluso una reducción en el consumo de calorías (ni se diga de proteínas). En pocas palabras, según el INEI, los peruanos pobres están pasando hambre y el déficit calorífico alcanza a 43.5% de la población.
Ya sabemos que en el último año el porcentaje de pobreza ha aumentado pasando de 27.5% al 29%, registrándose 600 mil pobres más en el 2023 qué en el 2022. Y ello ocurre en un país con abundantes recursos naturales y donde los proyectos de inversión están listos para ejecutarse… si se quiere.
Pero ya sabemos que el problema es político, de gobernabilidad y de institucionalidad. No se respetan las normas, no se promueve la inversión; se prefiere caer y quedar paralizados en ese estado en el cual nada importa ni merece el esfuerzo. La indiferencia total en la que las cifras son solo eso: números que esconden la realidad de millones de personas que no tienen acceso a servicios básicos ni, como ya se dijera, a alimentos suficientes. Porque pobreza significa también no tener acceso a salud, educación, agua o alcantarillado. Significa estar expuesto a enfermedades que no recibirán tratamiento y a una educación deficiente que no permitirá más adelante obtener un empleo productivo.
Si bien la responsabilidad de esta situación no puede atribuirse exclusivamente a este gobierno, ya que desde Ollanta Humala se percibía un gran deterioro ante el abandono de las políticas que nos llevan al crecimiento, el gobierno de Boluarte no está haciendo nada para retomar la inversión y el crecimiento, ni para aplicar políticas públicas efectivas de lucha contra la pobreza. También es cierto que no hay que olvidar que este es solo la segunda parte de un gobierno de izquierda que sigue al de Castillo.
Un problema mayor es que, siendo su origen Perú Libre y similares, estos partidos han logrado desmarcarse, logrando que se califique al de Boluarte como un gobierno de derecha. Con el deterioro de imagen que viene sufriendo, esto podría influir en que, al momento de votar durante las próximas elecciones, se piense que el desastre es responsabilidad de la derecha y así orientar el voto a favor de los verdaderos responsables de la debacle; que al mal manejo económico suman variados escándalos de corrupción. Estos van desde el gusto por las joyas, pasando por las actividades del hermano de la presidenta, hasta las cuestionables actuaciones de diversos funcionarios públicos.
¿Nos esperan dos años más de lo mismo? También podría ser peor, con un Congreso que legisla para obtener réditos de corto plazo sin importarle el futuro del país; un Ejecutivo que piensa igual que el Congreso y con algunos pocos funcionarios que, debiendo hacerlo, no se atreven a ponerle el cascabel al gato y dejan pasar leyes que contribuyen a aumentar la pobreza.