Patricia Teullet
Perú21, 12 de agosto del 2024
«No se dijo nada contundente respecto a los temas que más preocupan a los peruanos, empezando por el tema de seguridad y delincuencia, y siguiendo, cómo no, por los temas relacionados con salud y educación», mencionó la economista.
Lo primero que se puede decir sobre el discurso de la presidenta el 28 de julio es que este fue exagerada e innecesariamente largo: cinco horas de dar vueltas a cifras y proyectos sin ninguna garantía de ejecución. Cinco horas imposibles de seguir, con interés al menos, y sin dar una cabeceadita a quienes escuchaban incluso dentro del hemiciclo.
Lo segundo es que no traza un camino claro para el devenir del país. Si bien hay algunas menciones a la inversión privada, no se dice cómo se hará para atraer a la misma ni cómo se allanarán los obstáculos que hoy enfrentan quienes quieren invertir en sectores que van desde la minería hasta la manufactura.
Lo tercero es que no se dijo nada contundente respecto a los temas que más preocupan a los peruanos, empezando por el tema de seguridad y delincuencia, y siguiendo, cómo no, por los temas relacionados con salud y educación.
En el tema de seguridad, se habló del renombramiento del Ministerio del Interior y, en Salud, en lugar de asegurar la atención y la entrega de medicamentos gratuitos, se volvió a hablar de la ley que obliga a las farmacias a contar con existencias de medicamentos genéricos.
Respecto a las necesarias reformas del sector público, cual conejo sacado del sombrero, salió el ministerio de infraestructura y se habló de la fusión de otros dos sin que quedara claro si era de esta fusión de donde emergería el nuevo ministerio o si la fusión abarcaría otros sectores. Cosas poco claras, campo para la especulación; probablemente, tampoco sepa qué hacer la propia presidenta.
Se quiso dar un aire victorioso al tema económico, anunciando un crecimiento que ignoraba el efecto rebote del año anterior. Se habló de inversión pública como si esta fuera capaz de reemplazar a la inversión privada y como si estuviera creciendo a tasas relevantes cuando lo que se sabe es que la obra pública tiene niveles mínimos de ejecución.
En general, un discurso triunfalista en un país donde lo que se percibe es un deterioro día a día. Un discurso que prefirió no abordar los verdaderos problemas, y plantear soluciones lógicas y bien elaboradas, y que prefirió dar vueltas alrededor de muchas cifras, muchas ideas vagas y donde se confundía la promesa con lo ya logrado.
Hemos de suponer que habrá un nuevo discurso en 2025. Esperemos un poco más de orden en las ideas. Por ahora, la presidenta nos recordó a aquellos profesores que calificaban “al peso”, dando más importancia a la cantidad de palabras de un trabajo que al valor de su contenido.