Por: Patricia Teullet
Perú21, 27 de setiembre de 2021
Me resultaba difícil entender que había niños ansiosos por volver a la escuela… hasta que vi algunas clases por Zoom. Tal vez el confinamiento solitario en una celda sea bastante similar a una clase vía Zoom a cargo de un maestro no capacitado: desde la pérdida de 10 minutos para que todos se conecten, hasta la presentación de un concepto abstracto con un Power Point lleno de textos ante niños que aún no saben leer.
A veces, alguno de los padres o un adulto responsable puede supervisar las horas de clase, pero en los muchos casos en que ambos padres trabajan o cuando hay más de un niño es casi imposible. Aquellos que antes restringían el uso de dispositivos electrónicos a sus hijos ahora han tenido que dejarlos usar libremente. Por más medidas que tomen, en estos largos meses de pandemia, sus “protegidos” analfabetos digitales (muchos menores de siete años) han aprendido a escapar de las aburridas clases por Zoom y bajar aplicaciones, ver películas y competir en juegos, superando las barreras de control colocadas por expertos.
La asistencia presencial tiene riesgos, debe ir de a pocos y con cuidadosos protocolos, pero parte fundamental de la educación es aprender a socializar. Y eso requiere interacción física.
Muy pocas escuelas y maestros han estado preparados para capturar la atención de los niños en clases virtuales. Así como en la economía, los largos meses de pandemia han originado en la educación, un retroceso que se debe compensar. A la economía le faltará más inversión privada. A los colegios les falta adecuarse a los tiempos, capacitar a sus maestros, conquistar a los niños y dejar de trasladar a los padres la responsabilidad del aprendizaje académico.