Por: Patricia Teullet
Perú21, 22 de Mayo del 2023
“Según estudios recientes, la pobreza en el Perú se ha vuelto urbana. Antes, la migración de las zonas rurales a las ciudades significaba una mejora en las condiciones de vida”.
Comenzó con Gamarra cuando se anunció el retiro de los vendedores ambulantes que invadían las calles, compitiendo deslealmente con los propietarios e inquilinos de los puestos en las galerías comerciales. En algunos casos, la necesidad (y algo de ingenio) hacía que estos crearan su competencia, colocando parte de su mercancía en las calles. Siguió con Mesa Redonda y el Mercado Central, donde el alcalde de Lima anunció y ejecutó la erradicación de la venta ambulatoria, que, en realidad, no lo era tanto: nos percatamos cuando protesta alguien como ese señor que reclamaba tener su puesto de venta de frutas en el mismo lugar hace 25 años. El verdadero ambulante circula ofreciendo sus productos, que suelen ser pocos, no el que se ha adueñado de un espacio público. La venta ambulatoria, así como otras ocupaciones precarias, es la respuesta a la falta de empleo de calidad, que es aquel que genera la inversión. Por eso, el anuncio del retiro de los vendedores ambulantes (los de verdad) genera sentimientos encontrados: suelen ser personas en situación de pobreza que han hallado un nicho para generar ingresos, seguramente insuficientes. Por otro lado, es necesario poner orden y defender la formalidad. ¡Cuántas tiendas son ‘descubiertas’ una vez que son retirados los ambulantes que las invisibilizaban!
Según estudios recientes, la pobreza en el Perú se ha vuelto urbana. Antes, la migración de las zonas rurales a las ciudades significaba una mejora en las condiciones de vida (mayor acceso a mercados y servicios). Hoy la pobreza, debida al bajo crecimiento económico, la falta de empleo, el deficiente acceso a servicios (incluyendo el de transporte), la conflictividad social y la inflación, ha invadido las ciudades, especialmente Lima. Macroconsult destaca que, debido a la inflación que ha afectado mayormente el precio de los alimentos, componente con mayor peso relativo en la canasta de consumo de los más pobres, se ha roto la relación inversa que había entre crecimiento económico y pobreza. Así, en 2022, a pesar de que el país creció 2.7%, la pobreza se incrementó de 25.9 a 27.5%.
El Banco Central de Reserva está tomando las medidas adecuadas para el control de la inflación con relación a los demás factores que afectan el crecimiento. Una de las medidas más urgentes es volver a generar el clima de confianza para la inversión y sacar adelante los grandes proyectos pendientes.
Quedan por resolver otros factores, como mejorar la calidad del gasto del Estado y controlar los conflictos sociales que han afectado el desarrollo de actividades económicas en un país que no se puede dar el lujo de perder crecimiento y deteriorar la condición de los más pobres.