Patricia Teullet
Perú 21, 13 de noviembre, 2015
Una amiga, catedrática de una muy renombrada universidad, me explicaba que la parte menos agradable de su trabajo era la corrección de exámenes. La razón: el enorme esfuerzo que le representaba descubrir lo que el alumno había querido decir en medio del revoltijo de palabras desarticuladas, faltas ortográficas y puntuación repartida al azar.
Es cierto que nuevas formas de comunicación demandan un estilo breve y directo; incluyen el uso de abreviaturas y monitos que representan felicidad, tristeza, aprobación, desaliento, entusiasmo o desacuerdo. Entiendo que existen códigos para las comunicaciones electrónicas. Pero, las faltas de ortografía no pueden ser parte de esto.
He recibido tantos correos diciendo “a” donde debería aparecer “ha” que solo sugiero una regla sencilla: cuando la palabra siguiente termina en “do” se escribe “ha”. El riesgo de que alguien ponga “ha menudo” o “ha Gerardo” es ínfimo. El otro golpe a la vista que frecuentemente aparece es “sobretodo” (prenda de vestir) cuando alguien debe decir “sobre todo” (especialmente). Este error no es exclusivo de las redes informales. Empiecen a contar cuántas veces lo encuentran en mensajes formales. Lo mismo cuando alguien pone o dice “querramos” en lugar de “queramos”.
Gran parte del problema puede deberse a que los nuevos y jóvenes gerentes (prefieren llamarse CEO) solo leen artículos y manuales técnicos (de preferencia en inglés y de una página). En entrevistas de trabajo ya no sirve preguntar al candidato qué está leyendo. La respuesta será casi siempre la misma: el diario y, vaya a saber si es cierto.
A los nuevos gerentes se les debe preguntar por el EBITDA, el Capex y el Opex compras hostiles, apalancamiento, y Business Plans. Ya no se aprende estrategia a través del estudio de grandes enfrentamientos en la historia, ahora se contrata a McKinsey para que la haga. Pero pocos llegan al extremo de aquel gerente que levantó los brazos en una reunión anunciando que se venía “¡Un aborigen de problemas!”.