Patricia del Río, Periodista
El Comercio, 11 de febrero de 2016
Lo conocimos el día que este Diario develó que el candidato César Acuña se había robado su libro completo. Lo escuchamos atentamente cuando afirmó que el libro “Política educativa” era suyo, que él lo había escrito solo y que no tenía ningún interés en verse envuelto en los líos de plagio del candidato de Alianza para el Progreso. Lo vimos enfrentar las cámaras con esa cara de cansancio y temor que ponen aquellos hombres de perfil bajo a los que asusta la atención mediática. Lo descubrimos correcto, humilde, incapaz de despotricar en contra de nadie, defendiéndose con argumentos claros. Otoniel Alvarado Oyarce, el profesor universitario que escribió el libro que Acuña robó, ha sido en toda esta historia de medias verdades y mentiras completas la víctima más visible de aquellos que solo tienen su decencia para enfrentarse a la prepotencia del dinero.
A sus 74 años el profesor Alvarado vive de su pensión y de las regalías de los 15 libros que ha escrito sin copiarse de nadie. Tiene una mirada triste porque, según le contó a Pedro Canelo, su mujer murió hace 13 años y le hace mucha falta. Tiene la serenidad de quien ha dedicado su vida a la enseñanza y a la investigación, de quien encuentra en la opinión pública el reconocimiento a una trayectoria impecable. Este hombre que nació en San Francisco del Yeso, un pueblo ubicado en Amazonas, no tiene plata como cancha, no tiene poder, no tiene padrinos notables dispuestos a vender su decencia para apoyarlo incondicionalmente. Solo tiene el valor de los que se han ganado a punta de su trabajo honesto un lugar en el mundo.
Acuña, por su parte, se ha presentado todo este tiempo como el “cholo power”, el peruano emprendedor que lucha contra la adversidad y el sistema para hacerse solo y amasar una fortuna. Se ha presentado como un visionario de la educación, capaz de enseñarle a todo el Perú su gran fórmula del éxito. Hoy, sin embargo, esa imagen se ha ido al cacho tras cada mentira y Acuña ha dejado de parecerse a esos miles de peruanos que luchan diariamente por salir adelante, para empezar a representar a ese dueño del Chosicano que lucra a costa de muertos en las pistas, a ese minero informal que se vuelve millonario contaminando con grandes dragas la Amazonía, a ese pesquero millonario que no respeta vedas ni cuotas, a ese rey de la coca que le da lo mismo si su hoja alimenta el narcotráfico. Es decir, a esos otros miles de peruanos que se escudan en la informalidad para seguir viviendo de la ilegalidad.
Otoniel Alvarado Oyarce, que nunca se copió de nadie, que no se adjudica títulos que no le corresponden, que vive modesta y tranquilamente del fruto de su trabajo, hoy tiene que soportar amenazas, amedrentamientos y le han advertido que tendrá que enfrentar un juicio por haberse atrevido a defender como suyo lo que es suyo. César Acuña que, según todas las denuncias, se saltó las reglas, se copió sus trabajos académicos, sedujo a una menor de edad, hizo negocio con las aspiraciones de otros, es millonario y quiere ser presidente del Perú.
Algo debe estar profundamente mal en nuestra sociedad para que el profesor serio y responsable haya terminado en manos del alumno millonario y plagiador. Algo va a estar peor aún si nosotros seguimos permitiéndolo. Lampadia