Estamos en los estertores de la «sociedad del estancamiento» y en los albores de la «sociedad del crecimiento». Esta metamorfosis tiene riesgos y resistencias. No será fácil sin un liderazgo iluminado, sin sacar a la superficie los profundos procesos de cambio por los que ya atravesamos.
Muchos en el mundo político, y en las dirigencias regionales, miran la vida nacional como una «suma cero», en que uno gana y otro pierde. Hemos vivido décadas de pobreza y frustración en las que todo era sobrevivir. Ese ambiente condicionó nuestras actitudes, y tornó a muchos políticos en populistas, empresarios en mercantilistas y ciudadanos en oportunistas.
Mientras tanto, se están dando dos procesos importantes: primero, durante los últimos 15 años hemos corregido buena parte de las políticas públicas que generaron el estancamiento y hoy nos brindan crecimiento, recursos fiscales y ahorro público-privado, que permiten alentar el despegue económico y la superación de la pobreza.
Segundo, nuestra gente, especialmente los jóvenes que hace un par de años pensaban emigrar en un 87%, donde tendrían que comprometer un gran esfuerzo y riesgo personales, han asumido que sus logros serán fruto de su esfuerzo, devaluándose en sus mentes el colectivismo, el asistencialismo y el populismo.
Estos procesos nos ponen ad portas de un gran cambio que todavía no se traduce en confianza en el futuro y en nuevas actitudes, máxime si buena parte de la clase dirigente sigue bregando por el statu quo. El cambio se está dando, pero no se consolidará si no llega a los estómagos y a las mentes de nuestros pobres.
Para ello, tenemos que mantener un crecimiento económico alto y sostenido, actuar directamente para superar la pobreza e iluminar las mentes de nuestros ciudadanos con las luces de un destino de bienestar general, tres aspectos necesarios para consolidar nuestra ‘marcha a la modernidad’ (frase usada por Kishore Mahbubani para describir la gran transformación de Asia).
El crecimiento económico es el factor de mayor impacto en la reducción de la pobreza. Así lo muestran Martin Ravallion y Shaoua Chen, Rosling y Xavier Sala i Martín.
Sobre el Perú, Fretes-Cibils et al («Perú-La oportunidad de un país diferente», Giugale et al, Banco Mundial, 2006, capítulo 1, La importancia del crecimiento para una sociedad próspera) nos dicen: «No hay sustituto para el crecimiento económico. En países como el Perú, relativamente más pobres, pero no tan desiguales, el crecimiento económico por sí solo rendiría el mayor dividendo en cuanto a la reducción de la pobreza, incluso si la distribución del ingreso permanece igual. En esta etapa de su desarrollo el Perú debiera concentrarse fundamentalmente en promover un crecimiento económico acelerado como la mejor estrategia para generar una prosperidad de amplia base».
Así lo muestra también nuestro reciente crecimiento económico, que ha empezado a exhibir un progresivo impacto en la reducción de la pobreza.
Sin embargo, no hay crecimiento que valga sin la superación de la pobreza rural.
Hoy tenemos la respuesta a este reto: Sierra Productiva. Una revolución productiva, económica y social con la que 30.000 familias campesinas se han incorporado al mercado y han superado la pobreza sobre la base del riego por aspersión y otras 18 tecnologías, con lo que han dado un inmenso salto de productividad y multiplicado sus ingresos por 25.
Se ha logrado la transformación de hombres y mujeres en pobreza extrema, excluidos y sin esperanza, en ciudadanos plenos de autoestima, con conocimientos técnicos y productivos, con una inmensa confianza en sí mismos.
También necesitamos alimentar las mentes de nuestros ciudadanos con una visión positiva de futuro, para superar décadas de frustración y pérdida de confianza.
Hoy que tenemos la posibilidad de enrumbar el país hacia el bienestar general, necesitamos una luz que sea nuestra meta y marque el camino de nuestra prosperidad, de nuestra ‘marcha a la modernidad’.
Como dice Fernando de Szyszlo: «Pensemos que la victoria es inevitable». Y en el bicentenario de la Batalla de Ayacucho, el 2024, alcancemos la libertad económica superando la pobreza.