Por: Otto Guibovich
Expreso, 4 de setiembre de 2019
Expreso, 4 de setiembre de 2019
Tenemos los peruanos autoridad para hablar o escribir sobre terrorismo. Hemos enfrentado al terrorismo más letal del hemisferio comparable sólo al polpotiano de Camboya o al yihaidista del Daesh que aun amplia células hacia África.
Las decisiones internas de cada país se respetan por soberanas pero podemos analizar y extraer enseñanzas considerando que cada caso es único, sin fórmulas estandarizadas de solución, sino el resultado de procesos de aprendizaje que culminan en soluciones propias.
Colombia habría cometido dos errores estratégicos: 1) promover o aceptar negociaciones con organizaciones terroristas y 2) que estas se celebren en La Habana conociendo su potente vínculo con Caracas de Maduro, el mismo que desvergonzadamente apoya el terrorismo con santuarios impunes en territorio venezolano fuera del alcance de las fuerzas nacionales colombianas.
Las Fuerzas Nacionales Colombianas habían logrado antes de las tratativas de paz, una elevada precisión operativa y era cuestión de tiempo el desenlace final con las FARC obligadas a la defensiva. Por ello, los terroristas buscaban oxígeno y requerían jugar el consabido gambito de ceder espacios para ganar tiempo. Y lo lograron, ¿acaso pedido o digitado desde ultramar?
En el ínterin, hubo también inacción en aspectos tácticos como no perseguir a los disidentes que en realidad eran fuerzas de contingencia de las FARC para mantener estructuras vivas, así como no ocupar todos los espacios cedidos e impulsar una gran labor de reconstrucción social que incluya generar empleo e impedir el crecimiento sin control de los sembríos de coca.
Corresponde a Colombia resetear y empezar la gestión de una nueva historia de violencia, entendiendo que en todo este tiempo, las FARC habrían ganado nuevos adeptos, mejoraron su inteligencia, renovaron su arsenal, logística y algo fundamental que deberá entender Colombia, los métodos a emplear, serán diversificados con el apoyo del régimen extremista de Maduro.
Chavín de Huántar vuelve a emerger como la célebre operación militar que además, negó avenencias con terroristas y no nos equivocamos. Con el terrorismo no se negocia. El helicóptero atacado en Anapati con vidas y armas perdidas tampoco lo olvidemos y aceptemos que estos procesos son lentos por tener a la población como campo de batalla.
En este nuevo escenario con las FARC franqueando su continuidad debemos revisar el despliegue estratégico del Putumayo y negar cualquier probabilidad al narcoterrorismo reconocido así por el presidente Duque. Cual Vraem.
La impaciencia e impericia política que no oye a los militares en su quehacer, conduce a problemas que explotan años adelante. El repliegue prematuro de bases a comienzos de siglo en el Vraem, ya cuesta centenares de bajas entre muertos y heridos y ningún político responde aún. Aprendamos, sigamos aprendiendo.