El Perú es un país con suerte. Entre nuestras principales ventajas comparativas están el ser uno de los grandes centros de recursos genéticos mundiales. Poseemos una gran variedad de especies de plantas domesticadas como la papa, el camote, el maíz, el achiote, la palta; más de 4400 especies de plantas nativas, 7000 especies endémicas de flora y fauna, microrregiones únicas como el mar frío de Humboldt, el bosque seco ecuatorial, el desierto y las lomas de la costa, la puna, las formaciones secas de los valles, bosques de neblina y bosques tropicales entre otras maravillas únicas. En adición a eso hemos sido bendecidos con períodos económicos de bonanza como los del salitre, el guano, el caucho que a pesar de haber sido desaprovechados siguen siendo eso, períodos de bonanza innegables.
Hoy, sin la debida publicidad, y después de más de 10 años de crecimiento económico casi ininterrumpido a tasas superiores al 5%, nos vemos confrontados con otro pedazo de suerte histórica. El bono demográfico.
Según cifras censales el período de máxima expansión poblacional en edad de trabajar (de 15 a 59 años) ya es una realidad palpable y comprobada y significa que ya estamos en proceso de una intensa transformación en la estructura por edades de la población. Otra tendencia importante es que el peso del grupo de menores de 15 años tiende a disminuir (por efecto de la menor cantidad de nacimientos) y el peso del grupo de 15 a 59 años aumenta, mientras que el peso del grupo de 60 y más años aún no es tan alto en números absolutos, aunque crece a tasas mayores que los otros grupos de edad. En ninguna región la población de adultos mayores supera el 10%, aunque en las de mayor avance en la transición demográfica la trayectoria de este grupo se aproxima a esa proporción. Este período de bono demográfico se inició el 2005 y se extenderá según las proyecciones al menos por tres décadas y media más, es decir hasta el año 2040. En otras palabras, el Perú tiene de ahora en adelante, y por un período no corto, una ventaja competitiva y comparativa y otra oportunidad histórica de atender las demandas y oportunidades que nos otorga éste bono demográfico tomando las previsiones en materia de política pública que se requieren para enrumbar de una manera sustentable la educación y el desarrollo de nuestro país.
Esta ventaja no vino sola sino empujada por una reducción considerable de la tasa de fecundidad que de manera sorprendente vio bajar el promedio de nacimientos en Perú de 6.85 niños por peruana el año 1962 a 2.4 el 2012. No queda claro si éste positivo cambio se debió a un súbito arranque de conciencia demográfica entre las mujeres del Perú o por algunas medidas políticamente incorrectas y hoy fieramente atacadas de los años 90, pero lo concreto es que hoy éste hecho se refleja positivamente sobre nuestras posibilidades de desarrollo como nación en vías al primer mundo. Fue en el período 1993-2007 que la situación de la fecundidad experimentó una transformación sustancial: en este período, más de la mitad de las regiones pasaron a tener tasas de fecundidad inferiores a tres hijos por mujer. Las reducciones de la tasa global de fecundidad fueron sustanciales para todas las regiones, principalmente para las menos avanzadas en transición demográfica, todas las cuales obtuvieron mejoras de 35% a 50% de sus tasas de fecundidad en los 14 años que separaron a los dos censos citados.
El panorama descrito implica que las diferencias absolutas y relativas de los grupos de menores y de población activa van en aumento en favor de la población en edad activa, sin que todavía el crecimiento del grupo de adultos mayores compense esta diferencia. Esta tendencia tiene implicancias para la economía, la sociedad y, lo que es más importante, la educación, en la medida en que disminuye la carga relativa que debe soportar la población activa del gasto en el sector.
La mesa está servida otra vez; no la desaprovechemos.