El 24 de junio se conmemora el Día del Campesino.Por muchos años, ha habido muy poco para celebrar. Hoy diversos factores nos permiten ser optimistas sobre el futuro del sector rural.Un primer aspecto, aparentemente muy simple, es el hecho de que hace solo cien años el 75% de la población peruana era rural, condenada a una producción de subsistencia.
En la actualidad, la situación se ha invertido: menos del 25% de los peruanos vive aún en zonas rurales.Crece la capacidad de consumo urbana y la demanda de productos agrícolas. La demanda ha permitido un constante incremento de los precios de los productos agrícolas. A modo de ejemplo, el precio promedio nacional en chacra de la papa, uno de nuestros productos más tradicionales,se ha incrementado casi 100% del 2000 al 2011; de S/.0,35 a S/.0,68 por kilogramo.
Otro aspecto importante de resaltares la mejora de la red vial nacional.En pocos años, los caminos vecinales y las carreteras se han multiplicado, reduciendo tiempos de traslado y costos de transacción,mientras que, en paralelo, se ha multiplicado el parque automotor. Los productores han podido así acercarse a los mercados. Hay aún mucho por hacer en este aspecto,pero la vialidad es condición indispensable para el desarrollo. En 1995 la red vial nacional tenía una longitud total de 80 mil kilómetros;al 2011 había crecido hasta 130 mil kilómetros.
Por otro lado, tradicionalmente Se ha considerado el minifundio como una limitación para el desarrollo del sector rural. En cierta medida esta afirmación es cierta. Sin embargo,diversas experiencias desarrolladas en el país nos muestran que no es una condición excluyente. Lo que excluye no es el minifundio en sí mismo, sino la falta de competitividad asociada. Esta situación se rompe si se fortalecen modelos asociativos que permitan que los pequeños productores aprovechen las economías de escala y la asistencia técnica. Así,surgen en el país organizaciones de productores cuyo objetivo es articularse al mercado. Desde las cooperativas cafetaleras (hoy afectadas por las plagas y la caída de los precios) hasta las organizaciones puneñas productoras de quinua.
En el sector rural, además, vale mencionar el cambio en el enfoque para la atención de su problemática.Se ha migrado desde la tradicional propuesta de intervención productivista focalizada en producir más, en sacar las mejores cosechas sin considerar la articulación con el mercado, hacia un enfoque basado en las demandas de este, donde el campesino produce lo que este requiere, buscando aprovecharlas ventajas competitivas de cada zona del país.
Por último, un aspecto más mediático pero no menos importante en el cambio que ha experimentado el sector rural es la revalorización de la gastronomía peruana. Gracias a esta, diversos insumos, antes despreciados por los consumidores urbanos, son hoy costosos y gourmet, lo que ha beneficiado a toda la cadena de producción.Un caso típico son las papas nativas, antes solo consumidas en los centros de producción y con un mercado muy limitado en las ciudades principales. Hoy son cada vez más demandadas a precios muy superiores a las variedades comerciales.
La conclusión es que el sector rural va cambiando hacia una “nueva ruralidad” cada vez más articulada a las áreas urbanas, con productores de ingresos diversificados que ya no dependen solo del agro y la ganadería.