Nelson Torres Balarezo
Para Lampadia
Crecí en los años 80 del siglo pasado. A pesar que en dicha época aún éramos adolescentes, recuerdo las discusiones políticas con mis compañeros de colegio. Hasta 1987, estábamos agrupados en 4 bandos. El más grande era de aquellos a los que no les interesaba la política. El segundo más fuerte eran los apristas y luego 2 pequeños bandos, los que creíamos en (digamos) la democracia occidental y quienes creían en el comunismo. A partir de 1988 nos redujimos a 3 bandos, pues los apristas prácticamente desaparecieron.
Las discusiones de adolescentes suelen estar basadas en casos prácticos y algunos conceptos teóricos; evidentemente no éramos politólogos, ni teníamos un conocimiento amplio de doctrina política ni de teoría económica. Sin embargo, siempre fue imposible ponernos de acuerdo.
Recuerdo que el caso más debatido era el de Cuba. Algunos la veíamos como una dictadura, otros creían que era el modelo socialista a seguir. Había argumentos válidos para ambos bandos. Algunos esgrimíamos que el eterno gobierno de Castro era una dictadura y que no se respetaban los derechos humanos y, siempre mencionábamos que, si había decenas de miles de cubanos arriesgando su vida por salir, algo malo debía estar sucediendo. Los otros esgrimían los altos índices de educación, los servicios de salud y varios otros argumentos muy razonables. Para ellos, quienes querían escapar eran personas egoístas que pensaban sólo en sí y no en el pueblo.
Palabras más, palabras menos, ambos bandos teníamos argumentos. Algo muy distinto ocurre cuando se discute sobre socialismo del siglo XXI y su impacto en Venezuela.
Creo, casi como un dogma de fe, que no puede haber una persona seria, medianamente informada, que pueda defender al socialismo del siglo XXI, encarnado en Chávez y Maduro. El resultado de su modelo y de sus actos, es el empobrecimiento total de un país que solía ser uno de los más ricos de América Latina.
Aún hoy, raspando la olla, se puede defender el modelo cubano. Hay algunas personas inteligentes que lo hacen. Pero resulta inaudito que haya quienes defiendan el modelo del socialismo del siglo XXI. Transformar un país bastante rico y dueño de las mayores reservas petroleras del mundo, en el país pobre y hambriento que es hoy Venezuela, es, por decir lo menos, una muestra de la ineficiencia e ineficacia de un modelo que sólo ha enriquecido a una casta y condenó a la pobreza a la mayor parte del país. Recuerdo que, cuando cayeron las dictaduras comunistas, descubrimos que los jerarcas del partido vivían aún mejor que la más alta burguesía mundial. Estimo que los boliburgueses están en ese mismo estándar, ya lo confirmaremos.
La yuca amarga venezolana es el mejor ejemplo de las consecuencias del sistema bolivariano. Ya hay algunas decenas de hambrientos venezolanos envenenados y muertos por comer un producto venenoso, como consecuencia de la escasez generalizada y la falta de recursos para adquirir algo inocuo para comer.